El miembro del sindicato libre Solidaridad, Tadeusz Mazowiecki, fue nombrado primer ministro de la República Popular de Polonia 24 de agosto de 1989. Mazowiecki, fundador junto a Lech Walesa de Solidaridad, era un símbolo de la resistencia contra el comunismo. Tras las primeras elecciones libres en el bloque del este, Solidaridad había logrado un hito histórico en los resultados. El 17 de agosto, en una reunión entre el líder comunista Jaruzelski y Lech Walesa, el régimen permitió la candidatura a nuevo Primer Ministro a un político no comunista. Mazowiecki fue el más votado en las votaciones en el Parlamento, y Polonia se convertía así en el primer país del bloque del este cuyo primer ministro no era comunista.
Tras la elección de Mazowieki en Polonia, los demás países del bloque del Este fueron abandonando el sistema comunista uno tras otro, cayendo como piezas de dominó. Comenzaba así lo que se denominó “el otoño de las naciones”. El término hacía alusión a la “primavera de las naciones”, las revoluciones de 1848 que acabaron con la época de la Europa de la Restauración surgida tras el Congreso de Viena de 1814.
Más de un siglo después, los que caían eran los regímenes comunistas instaurados en la Europa del este bajo influencia de la Unión Soviética (URSS) tras la derrota del nazismo.
Pero para que este desmantelamiento del sistema comunista pudiera darse fueron necesarios muchos factores. En primer lugar, una situación económica estancada durante años que los sistemas comunistas fueron incapaces de reactivar. En segundo lugar, unas libertades políticas que cada vez se veían más limitadas frente a las libertades de los países democráticos. Pero tampoco hay que olvidar que, tras los acuerdos de Helsinki de 1975, la colaboración entre los países del este y los del oeste fue cada vez mayor, lo que hizo que muchos ciudadanos del este conocieran mejor lo que ocurría en los países no comunistas.
El contraste del nivel de vida entre los países de un lado y otro de Europa cada vez era mayor en todos los ámbitos y los ciudadanos del bloque comunista eran cada vez más conscientes de ello.
Pero quizás el factor más importante fue la llegada de una nueva generación de líderes comunistas que asumían las imperfecciones del sistema soviético y trataban de encontrar una vía de renovación del llamado socialismo real. Fue Mijaíl Gorbachov en la URSS con su perestroika (reestructuración), el dirigente que trató de cambiar el sistema soviético, introduciendo cambios en lo económico y tratando de dotar al sistema político de mayores libertades.
Debía ser en aquel momento, o nunca. O se modificaba el comunismo o no sobreviviría a la presión popular. Para esta nueva generación de líderes, el comunismo estaba en lo correcto, el problema era que necesitaba reformarse para lograr adecuarse a los nuevos desafíos del momento.
El mayor cambio de rumbo que Gorbachov imprimió a la política de la URSS fue el relacionado con el bloque del este. Hasta entonces, la relación que mantenían los países comunistas del este con respecto a la URSS se denominaba de “soberanía limitada”. Este término fue introducido por el dirigente soviético Brezhnev en un discurso ante el Soviet Supremo en 1968. Con él se entendía que la Unión Soviética poseía la facultad de intervenir militarmente si algún país del bloque se extraviaba de la senda comunista. De esta manera, la URSS se convertía en el guardián de los países de su órbita, arrogándose la facultad de decidir cuándo y cómo intervenir en ellos.
Esta doctrina ya se había puesto en práctica en Hungría y Polonia en 1956 y, sobre todo, en la Primavera de Praga de 1968. El intento de un nuevo comunismo democrático, de “rostro humano” -como lo definirían los propios checoslovacos- fue aplastado por los tanques soviéticos enviados por Brezhnev. Las fuerzas del Pacto de Varsovia -la alianza militar entre la URSS y los países comunistas del este- vigilarían que ningún país del este se equivocase de camino y, en el caso de que lo hicieran, la intervención militar rectificaría este rumbo.
la ‘doctrina Sinatra’ La perestroika de Gorbachov dio en este punto un giro radical. Gorbachov veía inasumible económica y militarmente, no sólo la guerra de Afganistán -en la que la URSS se encontraba empantanada desde 1979-, sino también la protección militar del bloque del este.
Por ello, cada país del bloque debía llevar individualmente su propio proceso de perestroika y la URSS, por su parte, se comprometía a no interferir. De este modo nació la denominada doctrina Sinatra, término acuñado por el portavoz soviético Guerásimov, utilizando la canción de Frank Sinatra I did it my way (A mi manera) como resumen de la voluntad de los soviéticos de respetar el camino a seguir que decidieran autónomamente los países del este. De este modo se abrió la puerta a los cambios en los distintos regímenes, cambios que irían más lejos de lo que los propios dirigentes soviéticos esperaban.
Tras la victoria de Solidaridad en Polonia, vino Hungría. El régimen húngaro, al igual que el polaco, había tratado de hacer reformas siguiendo la perestroika. El 19 de agosto, las autoridades magiares (húngaras) abrieron sus fronteras con Austria para que los refugiados que huían de la Alemania comunista pasasen a la República Federal.
Las generaciones jóvenes -las más reformistas dentro del partido comunista- fueron haciéndose con el poder, logrando el 7 de octubre desplazar a la vieja guardia.
Del 16 al 20 de octubre el parlamento de Budapest aprobó elecciones multipartidistas para elegir presidente, y el 23 de octubre de 1989 -aniversario de la revolución de 1956- se proclamó la República de Hungría.
La situación en la República Democrática alemana no era diferente. La oposición al régimen era cada vez mayor, mientras que la vieja guardia comunista -con el líder Honecker a la cabeza- negaba cualquier tipo de cambio, enfrentándose incluso a Gorbachov. La presión popular aumentó en el mes de noviembre y Honecker tuvo que dimitir.
Para calmar a la oposición, se decidió permitir a los ciudadanos poder salir de la RDA tras un proceso administrativo. En la rueda de prensa del jefe máximo de seguridad en Berlín para dar cuenta de esta decisión, un periodista italiano preguntó si aquella posibilidad estaba vigente en aquel momento y sin trámites administrativos. El funcionario comunista dijo que sí. En dos horas los alemanes orientales cruzaron el muro. La marea de gente fue imparable.
El 9 de noviembre el muro de Berlín caía, y este hecho tuvo consecuencias en los otros países. Visto lo ocurrido en Berlín, los reformistas de Partido Comunista de Bulgaria decidieron acabar con los líderes más conservadores, para iniciar su propio camino de reforma.
El opositor Mladenov se hizo con el poder, acabando así con la vieja guardia, que se había negado a las reformas que pedía Gorbachov desde Moscú. Para el 7 de diciembre se formó el primer partido democrático. La transición hacia la democracia se había puesto en marcha.
En Checoslovaquia la situación también era difícil. El régimen no había optado por las reformas, por lo que la oposición popular era muy grande, de modo que la caída del muro actuó para alentar manifestaciones masivas de oposición por todo el país. Uno de sus líderes, el dramaturgo Vaclav Havel, fundador del denominado Foro Cívico, dirigió las demandas de la oposición.
Tras manifestaciones cada vez mayores y la huelga general del 27 de noviembre, y ante la negativa de la URSS de intervenir militarmente, el régimen checoslovaco cayó, accediendo al poder Vaclav Havel antes de que terminara el año. La revolución de terciopelo había vencido.
Rumanía sería la última en realizar su transición. El 21 de diciembre Ceaucescu se dirigió a las masas en Bucarest tras dos semanas de disturbios masivos. De pronto, los vítores tradicionales al régimen se convirtieron en gritos de protesta y Ceaucescu tuvo que huir. Miembros disidentes del partido comunista, del ejército y de la policía dieron un golpe de Estado en su contra. El dictador y su mujer fueron apresados y sometidos a un juicio sumarísimo retransmitido por televisión y cuyo fusilamiento también quedó grabado.
Los enfrentamientos duraron días hasta la victoria final sobre los partidarios del antiguo régimen. Con la caída de Ceaucescu concluyó el “otoño de las naciones” y con el bloque del este, desintegrado en pocos meses.
Sin la intervención militar de la URSS para evitarlo, el sistema comunista en la Europa del este colapsó súbitamente. La cumbre de Malta en diciembre pondría el punto final a la Guerra Fría. Para entonces, Europa había entrado un nueva época que nadie imaginaba antes de 1989.