Nueva York - Casi una veintena de demócratas aspiran a la Casa Blanca en las elecciones presidenciales que Estados Unidos celebrará en 2020, una contienda que, de camino a las primarias, está perfilando candidatos progresistas en la estela de Bernie Sanders, que ponen el foco en la política económica. “Hay entusiasmo por candidatos que toman posiciones más liberales que antes y en comicios previos todo iba más sobre la personalidad o la política exterior, pero por primera vez los demócratas tienen un debate real sobre política económica”, explica Philip Klinkner, profesor especializado en gobiernos en la Universidad de Hamilton.

El progresismo, impulsado por un mayor activismo izquierdista entre las filas del partido, según este experto en procesos electorales, está encabezado por Sanders y Elizabeth Warren, mientras que otras figuras destacadas como Kamala Harris y Kirsten Gillibrand mantienen distancia y Beto O’Rourke es más moderado. Coincide otro profesor, Richard Born, investigador político en la Universidad de Vassar, quien ve la posibilidad de que en las primarias, debido a ese “sesgo hacia los activistas, alguien como un Sanders o una Warren sea nominado”, lo que sería un “riesgo” ante un electorado demócrata más inclinado a la moderación. Ambos expertos distinguen tres ejes en el debate sobre las propuestas económicas: el sistema sanitario, el medioambiente y la redistribución de la riqueza, con variaciones entre candidatos que los posicionan dentro de una tendencia progresista en la que ha ejercido cierta influencia la congresista Alexandria Ocasio-Cortez.

Sanders, autoproclamado demócrata socialista, es el más escorado a la izquierda con una propuesta del Medicare for all (Cobertura médica para todos) que supondría nacionalizar el sistema sanitario y eliminar las firmas privadas, según Born, una “peligrosa” idea con la que Warren “simpatiza” y otros sienten “presión”. “En política estadounidense es difícil conseguir que algo se haga, no sería posible lograr eso”, dice Klinkner sobre la transformación de este programa público que ahora sirve a jubilados, y que para candidatos menos liberales, como Gillibrand, pasaría por “expandir” la edad de acceso por debajo de 65 años.

Sanders considera el cambio climático “la amenaza más grande del planeta” y propone claramente aprobar el Green New Deal propuesto por Ocasio-Cortez para 2030, que para él supone una transición del combustible fósil a la energía sostenible, prohibir el fracking o eliminar las exportaciones de carbón, gas natural y petróleo. Otros candidatos “se cuidan de apoyarlo porque es muy radical”, apunta Born, y dicen solo “aspirar” a ese tipo de medidas en este tema “del que todos hablan” pero prefieren opciones más “factibles y realistas” para neutralizar el carbono, como tasas a la industria o un esquema de “tope y canje” para reducir emisiones.

Sanders propone legislar para el “99,8%” con un impuesto progresivo sobre herencias multimillonarias, así como eliminar exenciones fiscales para el uno por ciento más rico. Busca también reformar Wall Street, desde una ruptura de los “bancos demasiado grandes para caer”, pasando por “democratizar” la Reserva Federal, reformar las agencias de crédito y restringir la especulación con un impuesto a las transacciones financieras.

Por su parte, Warren enarbola un “impuesto a ultramillonarios” que afectaría a las 75.000 familias más ricas de EEUU: un 2 % anual a quienes tengan entre 50 y 1.000 millones de dólares, más un 1% extra si son “milmillonarios”. También busca dar más poder a trabajadores y sindicatos en las corporaciones, intentando que los empleados designen a un 40 % de las juntas directivas, y aplicar medidas “fuertes” para preservar la competencia en el mercado. Kamala Harris y Cory Booker, que presentó su aspiración a la nominación demócrata este mes, se han mostrado partidarios de aliviar la carga impositiva de la clase media en lugar de aumentar la de los ricos. Con muchos candidatos todavía por definir sus ideas de política económica, los expertos apuntan a la popularidad de la propuesta de regular la competencia y romper grandes monopolios, algo “de lo que no se había hablado en un tiempo”, reconoce Klinkner, y a lo que se inclinan Warren o Pete Buttigieg. Warren fue tan lejos como para sugerir que se “partan” las grandes tecnológicas como Google, mientras que Buttigieg, que recientemente ha lanzado su candidatura, se refirió por encima a la “alarmante” concentración del mercado.

Hacer la educación más accesible es otra de las propuestas a las que se suman la mayoría de demócratas, pero la más “controvertida” es la de Sanders, que propone que el estado pague la matrícula en las universidades públicas -a lo que otros se niegan- y reducir la deuda estudiantil y los intereses que se pagan por los préstamos. Harris, Gillibrand y Booker se han mostrado favorables a trabajar para que la universidad sea un nivel educativo “libre de deuda”. Por otra parte, Klinkner destacó una propuesta de Booker conocida como el “bono bebé”, que tiene el objetivo de cerrar la brecha racial de riqueza abriendo una cuenta de ahorros para recién nacidos gestionada por el Tesoro de manera que al llegar a la mayoría de edad puedan permitirse educación, una casa o una jubilación.

Si bien los expertos consultados coinciden en que son los activistas dentro del partido quienes han influido en una tendencia hacia la izquierda, no coinciden en que este movimiento se haya producido igual en los electores demócratas.