Israel es el Estado más moderno y occidentalizado de todo el Oriente Medio, pero la política israelí ratifica y mejora cada día su condición de absolutamente oriental. Y en este proceso de un constante “más difícil todavía”, el país se halla ante el dilema de llevar ante los tribunales en vísperas de unas elecciones generales a un jefe de Gobierno, Benjamín Netanyahu, que -según encuestas- volverá a ganarlas en la consulta del próximo mes de abril.

Pero la esencia oriental de Israel no se ve solo en esa tesitura jurídico-moral. La vertiginosa proliferación (por escisiones ideológicas y egocentrismos personales) de partidos políticos lo evidencia todavía más.

Así, a Netanyahu y a su partido, el Likud, le elegiría hoy en día el 41% del electorado; otras estadísticas le conceden apenas el 25%. En cualquier caso, para seguir en el poder tendrá que coligarse con uno o varios partidos más. Ideológicamente, el más afín sería “Poder de resistencia para Israel”. Pero este partido, que sigue muy de cerca al Likud en las preferencias populares es fruto de una disidencia dentro de este partido: lo creó Benjamín Gantz, que había sido justamente secretario general del Likud. Y lo dejó de ser a partes iguales por discrepar los tejemanejes de Netanyahu como por ambición personal de Gantz.

Lógicamente, la alianza de estos dos hombres es un contrasentido. Pero la ambición de poder y las retorcidas especulaciones son tales, que cualquier alianza es posible. Que sea deseable, es harina de otro costal.

Mientras tanto, la fragmentación del escenario político prosigue. Así, el centro se lo disputan por ahora media docena larga de partidos y agrupaciones políticas. Entre ellas figura el Partido Laborista, que en la historia política de Israel representó siempre a la izquierda? hasta que esta ideología dejó de gustar a las masas. Hatunah, dirigida por la exministra de Exteriores, Tzipi Livni asegura que también defiende posturas centristas pese a un innegable pasado izquierdoso. En realidad, la oferta política en Israel es ante todo un escaparate de ambiciones y trapicheos personalistas -buena parte de los partidos ni exhiben siquiera programas ideológicos- y el separatismo va de un extremo ideológico al otro, siendo por frágiles por igual los partidos de un extremo como del otro. Hasta el espectro religioso se suma a la fragilidad general y tres cuartos de lo mismo pasa a los partidos que dicen defender los intereses de los colonos sionistas que se han instalado en las tierras ocupadas de Jordania.

¡Ah!, y para que ese panorama de confusión general se complete, la Fiscalía General reconoce que tiene indicios más que suficientes para abrirle tras causas a Netanyahu. Pero ni especifica qué presuntos delitos quiere investigar -tan solo dice que serían dos casos de corrupción y uno de prevaricación-, ni si actuará antes o después de los comicios o no se personará en absoluto ante la magistratura. Y es evidente a ojos de todo el mundo que un encausamiento de Netanyahu antes de las elecciones, influiría decisivamente en estas.