En sus dos siglos de historia, Estados Unidos ha tenido presidentes de todo tipo y ante quienes la población, o la clase política, ha reaccionado con diversos grados de entusiasmo o rechazo; pero los norteamericanos no han tenido hasta ahora a los “salvadores de la patria” que aparecen en otros países para librar a sus compatriotas de un jefe de gobierno inaceptable.

Quienes piensan que Donald Trump es un personaje repulsivo y condenan sus exabruptos o sus posiciones extremas, seguramente no tienen presente a Andrew Jackson, cuyo populismo le llevó a eliminar el banco central de Estados Unidos, a expulsar a los indios de Mississippi, defender la esclavitud y a polarizar de tal forma el país que nacieron las rivalidades políticas en la forma de los dos partidos opuestos que ha perdurado hasta ahora. Su mandato, concluido en 1839, dejó su rastro durante una generación hasta la Guerra Civil norteamericana.

También Jackson se enfrentó a la “clase política” de su tiempo aunque, al tratarse de un país tan joven del que él era tan solo su séptimo presidente, esta clase no era todavía fuerte, como tampoco lo eran las tradiciones de una sociedad que apenas salía de la era colonial.

Pero ni siquiera con Jackson hubo la tentación de recurrir a golpes de Estado como en las repúblicas bananeras. Los norteamericanos se han sentido siempre orgullosos de las garantías que les ofrece su Constitución y del respeto que el país siempre ha tenido hacia sus normas. Los perdedores esperan su turno a las próximas elecciones para llevar a cabo los cambios

Con Donald Trump, la polarización del país y el rechazo de la clase política, incluso dentro de su partido, es tal, que los deseos de expulsarlo de su cargo van en aumento y, en cualquier caso, no se mantienen en secreto.

Los planes de anular los resultados electorales se han limitado hasta ahora a las promesas del Partido Demócrata de iniciar un procedimiento de impeachment, el encausamiento especial previsto en la Constitución norteamericana para expulsar del cargo a un presidente culpable de “delitos y faltas graves” (high crimes and misdemeanors).

Es cierto que, de recuperar los demócratas la mayoría en la Cámara de Representantes como ahora prevén las encuestas, es casi seguro que iniciarán este proceso. Pero también lo es que, de mantener los republicanos la mayoría en el Senado, sus intentos quedarán bloqueados pues los senadores actúan como jueces ante la acusación presentada por la Cámaras.

Lo que en estos últimos días se ha convertido en una novedad es la perspectiva de aplicar otro capítulo de la Constitución, concretamente el 25, para alejar del poder a un presidente al que consideran “incapaz” -y no solamente por motivos de salud-.

Es algo que ha cobrado actualidad tras el artículo anónimo publicado por el diario New York Times, cuyo autor, que se presenta como miembro del gabinete Trump, asegura que el millonario neoyorquino no tiene capacidad para ejercer el cargo y que su equipo teme acciones intempestivas e incluso trata de poner coto a sus excesos y hasta llega a esconderle documentos para evitar que firme decretos.

Según este artículo 25 de la Constitución, el presidente podría recuperar el mando rechazando la declaración de incapacidad su gabinete, pero con ello la disputa acabaría en manos de los legisladores de ambas Cámaras.

En un sistema parlamentario europeo, esto sería algo así como una moción de censura, de las que se han visto tantas aunque sea por otros motivos. Para el sistema norteamericano, sería la primera vez en que se anularían los resultados electorales en algo así como un golpe de estado legal

En realidad, ni Trump ni sus seguidores deberían perder mucho sueño ante esta posibilidad: para aplicar el artículo 25, se necesita una mayoría de dos tercios en ambas Cámaras y, aunque los demócratas consiguieran dominar ambas, estarían lejísimos de conseguir los dos tercios en ninguna de las dos. Aparte de que la decisión ni siquiera llegaría al Congreso, pues antes se necesitaría una mayoría en el equipo de Trump, algo muy improbable por mucho que uno o algunos de sus miembros estén en desacuerdo con él.