Bilbao - Alaitz Ibarrondo e Iraia Kruzelegi viven en Australia desde octubre de 2017 y decidieron viajar durante los meses de verano por Bali para conocer la ciudad y sus islas.
¿Qué hacían en Lombok?
-Fuimos a pasar una semana, porque nos habían dicho que era mucho más bonito y salvaje que Bali, así que decidimos disfrutar de una de las zonas más paradisíacas de Indonesia. Después íbamos a coger un barco para ir hasta Komodo, pero nunca llegó.
¿Qué fue lo que sintieron cuando empezó el terremoto?
-Miedo y agobio. Muchísima impotencia porque no sabíamos qué hacer ni a dónde ir. Después de tomar algo, cuando estábamos pagando en el chiringuito, empezó a moverse todo. Lorenzo, un amigo, nos cogió y nos llevó corriendo a la zona de la playa. Apenas podíamos tenernos en pie, oíamos como se iba rompiendo todo y se iban apagando las luces. Fueron los diez segundos más largos de nuestra vida. Momentos después recibimos un aviso de tsunami y ahí se nos metió el miedo en el cuerpo. La isla no tiene ningún punto alto, no teníamos a donde ir, solo nos quedaba esperar.
¿Cómo salieron de allí?
-A las 6.00 horas las réplicas seguían, pero fuimos al hostal a recoger nuestras cosas y de allí al puerto. Estaba lleno de gente para coger una embarcación, parecía de película. Quienes venían a rescatarnos solo tenían intención de lucrarse.
¿Os ayudaron o se vieron solas?
-Solísimas. Escribimos al Gobierno español pidiendo ayuda e información para volver a casa y su respuesta fue que ellos no se hacían cargo de nada porque “no había sido para tanto”. Desde la embajada la respuesta fue la misma, un cero a la izquierda.
¿Y las autoridades locales?
-Mandaron un camión de la Armada para ayudar a las familias y trasladarlas a los aeropuertos o a las ciudades grandes sin tener que pagar las millonadas que pedían. Pero nada más, fue un caos.
Ustedes son turistas y tienen un lugar al que regresar, pero la gente que vive allí se queda con una mano delante y otra detrás. ¿Cómo lo viven?
-Hay gente que ha perdido su casa, que ha perdido su negocio... y no sabemos qué va a ser de ellos o cómo van a salir adelante. Supongo que se ayudarán entre ellos. Primero construyen una casa y luego la del vecino. No viven como aquí.
¿Qué es lo primero que debería cubrirse con urgencia?
-Sobre todo acoger a las familias que se han quedado sin casa. Eso es lo más urgente y lo más triste de todo. No había agua ni electricidad en la isla. Además, la gente que se quedó al día siguiente sufrió otro terremoto, y leímos en las noticias que, por fin, el gobierno había puesto un barco gratis.
¿Creen que la gente necesitará ayuda psicológica para superarlo?
-Nosotras al menos, sí. Sobre todo por la noche que pasamos en la playa, cuando solo pensábamos si viene el tsunami, morimos sí o sí, porque no teníamos a dónde ir. Durante diez horas estuvimos sin luz y sin ver el mar. La incertidumbre de no saber qué pasaría fue horrible. Ahora mismo tenemos mucho miedo y necesitamos volver a casa, ver a nuestras familias y calmar los ánimos.