Seúl - Corea del Sur ha callado ante su vecino norcoreano tras decidir ayer detener sus emisiones de propaganda en la frontera con Corea del Norte con el objetivo de favorecer el clima conciliatorio entre ambos países de cara a la cumbre que sus líderes celebrarán este viernes.
El Ministerio surcoreano de Defensa anunció esta medida con vistas a “reducir las tensiones militares entre Norte y Sur y crear el ambiente necesario para las conversaciones pacíficas”, según explicó en un comunicado. Con ello, Seúl dejará de emplear sus altavoces situados en su lado de la frontera para emitir mensajes propagandísticos en contra del régimen de Kim Jong-un, que pueden escucharse en territorio norcoreano a entre 10 y 25 kilómetros de la demarcación entre ambos países.
Estos altavoces han sido empleados por ambos países como herramienta habitual de “guerra psicológica” y hasta la semana pasada han estado operativos, según pudo comprobar Efe en una visita a la frontera intercoreana. Aunque en 2015 ambas partes acordaron dejar de usarlos, Seúl los ha reactivado en varias ocasiones en respuesta a pruebas nucleares del Norte o tras la deserción de un soldado norcoreano que fue tiroteado por sus compañeros.
La decisión del Ministerio de Defensa surcoreano llega después de que el sábado Pyongyang anunciara la suspensión de sus pruebas nucleares y de misiles intercontinentales, una significativa concesión ante las cumbres entre Kim Jong-un y los líderes de Corea del Sur y Estados Unidos.
El presidente surcoreano, Moon Jae-in, se reunirá con el dictador del Norte este viernes en la aldea de Panmunjom, en el lado sur de la frontera intercoreana, lo que supondrá el primer encuentro entre mandatarios de ambos países en once años.
Representantes de ambas partes celebraron ayer una tercera reunión de trabajo para ultimar los detalles de seguridad, protocolo y cobertura mediática para el esperado encuentro. Aproximadamente un mes después de la cumbre intercoreana se celebrará otra reunión entre el líder norcoreano y el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, en un escenario y fecha aún por determinar, y que significará la primera reunión de este tipo de la historia.
Encuentro histórico Casi nadie podía imaginar hace justo un año que el líder norcoreano, Kim Jong-un, y el presidente del Sur, Moon Jae-in, se iban a sentar en una misma mesa para tratar de instaurar la paz definitivamente en la península y el abandono de las armas nucleares por parte de Pyongyang. Y es que tras la llegada a la Casa Blanca de Donald Trump en enero de 2017, Pyongyang inició una vorágine de ensayos armamentísticos que le valieron enérgicas reacciones de Washington y Seúl y nuevas y más duras sanciones internacionales, además de desatar el temor a una guerra en la región.
También parecía impensable que Trump y el dictador norcoreano accedieran a celebrar una cumbre prevista para principios de junio, después de que los mandatarios del Norte y de Estados Unidos intercambiaran durante meses no sólo amenazas belicistas, sino también insultos y descalificaciones personales.
Todo cambió el pasado enero, cuando el líder norcoreano tendió la mano al diálogo con Seúl durante su discurso de Año Nuevo, en el que anunció que su país estaba dispuesto a enviar una delegación a los Juegos Olímpicos de Invierno que se celebraban en febrero en PyeongChang (Corea del Sur).
Pero si hay una figura clave en todo este proceso es el presidente surcoreano, el liberal Moon, quien llegó al poder en mayo de 2016 con una actitud abierta a conversar con el Norte a diferencia de su predecesora, la conservadora Park Geun-hye, quien fue destituida y encarcelada por un escándalo de corrupción.