EL CAIRO. A una hora de carretera al norte de Asuán, en el sur de Egipto, y "en medio de la nada", Naghar, de 35 años, se encoge en uno de los sofás de su casa en la olvidada aldea de Abu Simbel Taghir.
Recuerda, mientras sorbe un té con leche, que el difunto líder egipcio Gamal Abdel Náser, cuyo centenario se celebró el pasado enero, fue quien les obligó a dejar su tierra original: Abu Simbel.
"Él (Náser) nos destruyó. Antes vivíamos en buenas tierras y ahora, en medio de la nada. Las casas no son las mismas y aquí tenemos que reconstruirlas cada año porque el suelo no es estable. Cada año pagamos para reconstruir nuestros hogares", afirma.
Herederos de una legendaria cultura, los nubios han protagonizado distintas migraciones a lo largo de la historia; la más reciente fue a consecuencia de la inundación provocada por la construcción de la gigantesca presa de Asuán (1959-1970), que destruyó miles de asentamientos nubios.
Naghar pertenece a la tercera generación de nubios nacida en esta aldea, donde en cada vivienda son visibles las grietas que atraviesan los muros de las pequeñas construcciones donde viven sus pobladores.
Su familia trabajaba en la población de Abu Simbel "original", en el extremo sur de Egipto y conocida por el templo de Ramsés II, que le dio fama internacional a la localidad.
Allí regaban las fértiles tierras de cultivo, pero ahora "no hay tierras que labrar, no hay peces que pescar. Los que viven aquí no tienen nada que hacer, ni para vivir", explica.
"La palmera era nuestro sustento económico. Teníamos millones pero ahora, aquí, no hay nada. Esta es una tierra donde no se puede cultivar. Solo prospera la caña de azúcar", continúa.
Por esta razón -arguye- muchos nubios optaron por buscar refugio en otras zonas del sur de Egipto o dirigirse a la capital, El Cairo, o a Alejandría, en el norte del país a orillas del mar Mediterráneo.
Sin apartar la vista de un mapa del antiguo y desaparecido Abu Simbel que preside su austero hogar, Fauzal Ghair, de 54 años, traza con el dedo índice la ruta que hicieron sus antecesores para llegar a Taghir, que en árabe significa "evacuación" y hace referencia a las familias que residían antes en Abu Simbel.
"Cuando abría las ventanas, veías la tierra verde, el Nilo. Ahora, abres las ventanas y no ves nada", apunta a Efe.
Los nubios, de piel oscura y cuyo idioma está prohibido enseñar en las escuelas, se consideran unos marginados en tierras egipcias donde los sucesivos Gobiernos les ha prometido que regresarán a su territorio.
"Esto irá a peor y peor. El objetivo de Abdel Náser era recolocarnos y borrar nuestra cultura. A pesar de la Constitución, ahora, esta época es similar a la de Abdel Náser. Nadie puede hablar en contra del Gobierno. El Ejército controla toda la tierra. Si quiero cruzar de una orilla a otra (del Nilo), tengo que pedir permiso a (las fuerzas de) seguridad", se queja Ghair.
El Artículo 236 de la Constitución egipcia de 2014 -aprobada tras la llegada al poder del presidente Abdelfatah al Sisi- señala que "el Estado trabaja para desarrollar e implementar proyectos para que los residentes de Nubia regresen a sus tierras originales y desarrollarlas dentro de 10 años".
A pesar de todo, tiene claro que esto "no durará para siempre" y que "los derechos de los nubios son más poderosos que cualquier régimen", en alusión al actual Gobierno.
Algunos activistas de esta zona olvidada del sur del país se han movilizado para que este derecho les sea reconocido, como Mohamed Azmy, que encabezó una marcha pacífica el pasado septiembre en Asuán, por la que fue arrestado junto a una veintena de personas, acusado de haber celebrado una protesta "no autorizada".
Azmy estuvo 76 días detenido y sigue a la espera de un juicio en el que podría ser condenado a hasta cinco años de prisión.
Tras la reelección del exmariscal Al Sisi, en los comicios presidenciales del pasado marzo con el 97 por ciento de los votos, Azmy cree que todo "irá a peor" para su pueblo: "no permitirán a los nubios volver a sus tierras", sentencia a Efe.