La relación idílica entre la ultraderecha populista europea y el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, se mantiene en su máximo esplendor más de un año después de que el magnate accediera a la Casa Blanca. La buena salud de la que sigue gozando el vínculo, a pesar de la adaptación del atípico mandatario a las instituciones, se confirmó esta semana en la Conferencia de Acción Política Conservadora (CPAC), la llamada Super Bowl de los conservadores estadounidenses.

Con el exlíder del Partido por la Independencia de Reino Unido (UKIP) Nigel Farage y la exdiputada y joven estrella del Frente Nacional francés Marion Le Pen, el populismo nacionalista europeo acudió al evento con la vista puesta en seguir el ejemplo de Trump y su éxito de llegar a la Presidencia. Por los rasgos ultranacionalistas, populistas, proteccionistas y contrarios a los inmigrantes de los discursos a uno y otro lado del Atlántico es difícil precisar quién se mira en el espejo de quién, en un momento en el que el conservadurismo de EEUU se encomienda a Trump ante las elecciones legislativas de noviembre.

El flirteo entre Trump y Farage fue claro desde un principio, al convertirse éste en el primer líder político internacional en verse con el mandatario de EEUU después de ser elegido presidente, incluso por delante de la primera ministra británica, Theresa May, lo que generó un gran revuelo mundial. Aunque no ha llegado a asentarse como un partido dominante en cuanto a representación, la retórica antiinmigrante y contraria a las instituciones supranacionales del UKIP marcaron la agenda de la campaña a favor de la salida de Reino Unido de la Unión Europea y logró su meta: la mayoría de los británicos votó Brexit.

El nacionalista inglés alertó al público estadounidense de la posibilidad de que “la trinidad” de los “grandes bancos, grandes empresas y gran política” traten de revertir el proceso de salida de la UE y avanzó que, si esto sucede, estará “en el frente de batalla”. En la CPAC, Farage hizo campaña directa por los republicanos en los comicios legislativos de este año y advirtió a los votantes conservadores de la necesidad de movilización: “Tenéis que ayudar a vuestro presidente, puerta por puerta”, para “mantener la mayoría” en el Congreso. Ante una audiencia entregada, el exlíder secesionista alardeó de su buena sintonía con Trump y dijo que desde su llegada EEUU es más respetado en el mundo. “Deberíamos estar orgullosos porque hemos conseguido cambiar el curso de la Historia, pero tenemos que saber que la Historia no se modifica en poco tiempo y hay que asegurar que sea algo permanente”, enfatizó Farage.

Si bien Nigel Farage acudía por segunda vez consecutiva, tercera en total, la sobrina de la líder del FN, Marine Le Pen, y nieta del fundador del partido, Jean-Marie Le Pen, lo hizo por primera vez. Le Pen se ganó rápidamente a la audiencia republicana con un mensaje marcadamente proteccionista y ultranacionalista que bien pudo incomodar a la guardia tradicional del partido conservador estadounidense, la que fuera escéptica con Trump, al menos en el momento en el que fue nominado candidato conservador. “No me ofende escuchar a Trump decir EEUU primero. Yo quiero unos EEUU para los estadounidenses, una Gran Bretaña para los británicos y una Francia para los franceses”, enfatizó Le Pen en su primera aparición tras su retirada de la política el pasado mayo, cuando alegó motivos personales, aunque eran conocidas las discrepancias con su tía.

La ultraderechista gala relató que Francia “ha pasado de ser la hija mayor de la Iglesia Católica a la nieta pequeña del Islam” en una de las expresiones del nacionalismo islamófobo que formuló durante su intervención de diez minutos. Le Pen aseguró que Francia “ha dejado de ser un país libre”, ha pasado a ser uno sometido a la UE y abogó por seguir tratando de acceder al poder siguiendo el ejemplo de Trump: “Dejadnos construir en Francia desde lo que habéis podido levantar aquí”, indicó. “Después de 1.500 años de existencia, tenemos que luchar por nuestra independencia”, sentenció la exrepresentante de la formación que disputó la segunda vuelta de las elecciones por la Presidencia francesa y que finalmente perdió ante Emmanuel Macron.