El pasado 6 de febrero la Unión Europea puso fecha a las nuevas adhesiones al club europeo: 2025. Dentro de siete años, si todo va bien, Serbia y Montenegro ficharán por la Unión Europea. Les seguirán Macedonia y Albania, sin fecha concreta pero ya a la espera de abrir el proceso de negociación. Rezagados quedan Bosnia y Kosovo, aunque la primera ya ha emitido su solicitud formal para iniciar las negociaciones.
Actualmente, ninguno de los candidatos está ni remotamente cerca de cumplir los requisitos necesarios para formar parte de la Unión Europea. El propio documento de la UE reconoce, y cito literalmente, que los gobiernos de estos países se encuentran, a menudo, “en manos de redes criminales y clanes políticos” y llega a hablar incluso de “secuestro” gubernamental.
¿Por qué, entonces, la prisa? ¿A qué responde este interés de la UE en los Balcanes? La respuesta a este interrogante la encontramos en la geopolítica. La UE teme perder su influencia en la zona a favor de China y Rusia. Un temor, por otro lado, para nada infundado. China lleva invertidos en los últimos años más de 13.000 millones en los Balcanes, 5.000 de ellos sólo en Serbia, país del que ya es su principal socio comercial.
En esta línea, China ha creado con éxito la iniciativa 16+1, por la que mantiene reuniones y, sobre todo, inversiones en 16 países de Europa central y de los Balcanes. Todo ello perfectamente acoplado a su estrategia denominada “Nueva ruta de la seda”, que busca desarrollar infraestructuras para facilitar el acceso de sus exportaciones a mercados importantes (como la UE, por ejemplo).
Rusia siempre ha considerado los Balcanes como un área de vital importancia estratégica y no renuncia a perder su influencia en ella. Pero, al contrario que China, que persigue una política de estabilidad política y financiera, ha optado por la desestabilización de los Balcanes, un juego muy peligroso para una zona que podría prender al menor chispazo. Sonora fue la acusación de Montenegro a Rusia de intentar orquestar un golpe de Estado en 2016.
De este modo, el temor de estas dos potencias ha despertado a la Unión Europea, que recurre a su clásica estrategia del palo y la zanahoria. La zanahoria es el acceso a la Unión, con los miles de millones en fondos de cohesión que ello implica; y el palo es la retirada de ayudas cuando las reformas hacia una economía de mercado y una democracia de corte occidental no se cumplen.
Ahora bien, ¿es una buena idea esta estrategia de la UE? A priori, tiene muchísimos inconvenientes. Para empezar, ya hemos visto lo que ocurre cuando apremia la prisa y entran países sin cumplir todos los requisitos, o con escasa vocación europea. Polonia está a punto de ser sancionada con la pérdida del voto en la UE por una reforma judicial que, literalmente, ha terminado con la separación de poderes en el país. La deriva autoritaria en Hungría es más que alarmante y la corrupción en países como Rumanía y Bulgaria sonrojaría incluso a nuestros políticos. Croacia, última incorporación, mantiene todavía disputas fronterizas con Eslovenia que, a modo de represalia, le veta la entrada a la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico). Bendita hermandad europea.
Por desgracia, los Balcanes son unos perfectos candidatos para, al menos de momento, reproducir los comportamientos anteriores. Las repúblicas exyugoslavas mantienen contenciosos fronterizos y territoriales entre ellas; tratan de influir en las minorías de sus nacionales en los países vecinos para crear desestabilización (el pasado mes de enero un líder político serbio fue asesinado en Kosovo); muchos no reconocen todavía el Estado de Kosovo; y la corrupción es inimaginable.
capos mafiosos Como indicaba el informe de la UE, no se trata de que haya políticos en contactos con las mafias, sino que directamente hay capos mafiosos en altos puestos políticos. La situación llega a tal punto que, por ejemplo en Bosnia, se han dado casos en los que representantes de empresas extranjeras recibieron palizas en las calles. Una brutal invitación a ceder el terreno a las empresas locales. También pueden ser más sutiles, todo esto en cualquier país balcánico, y recurrir a concursos empresariales amañados o, previo litigio, acudir a tribunales comprados.
En definitiva, la Unión Europea debería ser especialmente cauta con esta nueva ampliación que obedece puramente a motivos geoestratégicos, pues corre el riesgo de engullir un pastel que, luego, no pueda digerir.