Berlín - Schulz nació en Würselen, cerca de Aquisgrán, hace 62 años y allí sigue viviendo, en una ciudad de unos 40.000 habitantes situada en la esquina occidental de Alemania que hace frontera con Bélgica y Holanda. Fue elegido con 31 años alcalde de su ciudad, el más joven del Land de Renania del Norte-Westfalia, europarlamentario con 38 y posteriormente presidente de la Eurocámara. Fue entre Bruselas y Estrasburgo donde forjó su figura política, con un discurso vehemente y de firmes convicciones, enfrentado por encima de su cargo institucional a las fuerzas extremistas y eurófobas que incrementaban su presencia en el hemiciclo. La fórmula funcionó al comienzo pero luego se fue agotando, mientras que Gabriel, que había renunciado a la presidencia del partido para abrirle campo a Schulz -a quien se le daban mayores probabilidades de derrotar a Merkel-, ganaba prestigio como ministro de Exteriores. La idea de asumir la cartera de Exteriores, defenestrando a Gabriel, que se ha convertido en uno de los políticos más populares del país, no fue bien vista por muchos dentro del partido y en los últimos dos días la presión fue creciendo hasta que forzó a Schulz a declinar la posibilidad de entrar en el Gobierno. “Renuncio a entrar en el Gobierno y espero que con ello se ponga fin al debate interno en el SPD”, dijo Schulz, cerrando una cuestión que hubiera podido convertirse en un problema de cara a la aprobación del acuerdo de coalición por parte de los 463.000 militantes socialdemócratas.
Designado oficialmente en enero pasado por los socialdemócratas alemanes para conducir a la formación hasta la Cancillería en las elecciones generales de hace cuatro meses, ha pasado en menos de un año de ser la esperanza a convertirse en la oveja negra de su partido. Lejos parece quedar ya el efecto Schulz, como se llamó al momentáneo repunte en las encuestas en las semanas posteriores a su designación como candidato. - Efe