Nairobi - El pasado mes de diciembre el fiscal general de Kenia anunció que reclamaría para el líder opositor Raila Amolo Odinga la pena de muerte por alta traición si llevaba a cabo el juramento que había prometido tras las elecciones de agosto que fueron anuladas por el Tribunal Supremo de ese país. La Policía había advertido a la población a través de todos los canales de televisión que debían mantenerse fuera de Uhuru Park, el emblemático lugar en el centro de Nairobi donde ayer debía producirse el juramento del autoproclamado presidente de Kenia, así como de su vicepresidente, Kalonzo Musyoka.
Durante la noche del lunes, cientos de policías tomaron posiciones en los accesos al parque, pero por la mañana se retiraron por sorpresa y dejaron así libre el camino para que una multitud cruzara el umbral del parque. Así, decenas de miles de personas llegadas de los barrios de la capital y de otros condados del país como Kisumu y Mombasa, donde los opositores cimentaron su triunfo electoral.
Raila Odinga vino, vio y venció, superando el miedo, si lo hubiera sentido, y pese a las presiones de la comunidad internacional y la iglesia (protestante) para que renunciara a su idea de un juramento alternativo. Cumplió su promesa a gritos, fue investido con el título de presidente de Kenia. Odinga sostiene que en las elecciones del 8 de agosto, invalidadas por el Tribunal Supremo, fue el candidato más votado. La oposición boicoteó las elecciones que se repitieron en octubre y que dieron la victoria a su rival, Uhuru Kenyatta, pese al triunfo mayoritario de la abstención.
Las señales de todas las televisiones fueron cortadas por las autoridades gubernamentales para impedir que pudieran retransmitirse las imágenes y los sentimientos que se movieron entre los fieles que acudieron al parque. La proclamación comenzó con seis horas de retraso. En un ambiente festivo, donde predominaba el color naranja, identificativo de la formación de Odinga, destacó un gigantesco escudo oficial de la república. Otros llevaban en la mano la biblia, que se ha convertido en el alimento que nutre a esta asamblea del pueblo. Cada uno a su manera parecía utilizar la creatividad para dar testimonio.
Electos locales, regionales y nacionales y líderes del movimiento de resistencia y del comité organizador de las Asambleas del Pueblo ocuparon las sillas de los invitados de honor al fondo del escenario. Como único atrezzo, una alfombra roja llena de polvo que los seguidores barrieron con la mano. Finalmente, Odinga apareció, pero de forma muy breve y sin el que ayer debía jurar como su vicepresidente. El número dos de la oposición compareció por la mañana para protestar por el apagón informartivo y anunció que mantendría una reunión con otros líderes de la formación para decidir sobre el camino a seguir de cara a la investidura. Sin embargo, cuando dejó su residencia para dirigirse a la reunión, colocó un coche escoba para evitar que los periodistas le persiguieran, por lo que su paradero se desconoce.
“Presidente del pueblo” El juramento, en medio del griterío, fue breve, menos de un minuto, y Odinga juró con la Biblia en la mano ante un diputado de su partido y un abogado de confianza. En el juramento empleó la fórmula de “presidente del pueblo”, un cargo no reconocido por la Constitución, pese a que el lunes su formación había adelantado que juraría como presidente de la República. En su cuenta oficial de Twitter, sin embargo, sí se anuncia como “presidente de la República de Kenia”, lo que podría incurrir en un delito de alta traición penado con la muerte, si bien el país no ejecuta a ningún preso desde 1987.
Apenas unas horas después de la ceremonia, el Gobierno reaccionó declarando “organización criminal” al Movimiento de Resistencia Nacional, fundado por el partido de Odinga para protestar contra Kenyatta. La breve nota fue firmada por el ministro de Interior, Fred Matiang’i, y publicada en el boletín oficial keniano horas después de que el líder de la principal coalición opositora, la Súper Alianza Nacional, Raila Odinga, se autoproclamase “presidente del pueblo”.
Agotadas las fuerzas tras horas resistiendo bajo el sol, la interminable marea humana salió del parque hacia las avenidas donde se encuentran las sedes gubernamentales, sin que se registraran incidentes ante los guardias que vigilaban los edificios oficiales. No obstante, muchos de los integrantes de la etnia kikuyu, votantes de Uhuru, cerraron sus negocios y salieron a la zona con palos, barras y hasta machetes por si había enfrentamientos, que se limitaron a linchamientos a dos o tres luos, la etnia en la que tiene sus raíces principales Raila Odinga.