Harare - La gobernante Unión Nacional Africana de Zimbabue-Frente Patriótico (ZANU-PF), el partido cofundado por Robert Mugabe, dio ayer un ultimátum al presidente: o dimitía o le sometería a una moción de censura en el Parlamento. Tras destituirle como número uno de la formación, el Comité Central de la ZANU-PF, reunido en una sesión extraordinaria en Harare, le dio de plazo hasta hoy al mediodía para presentar su renuncia. Los procedimientos parlamentarios se realizarían mañana en caso de que no hubiese una respuesta satisfactoria.

Pero el anciano presidente no esperó a hoy para responder. En un mensaje televisado anunció que no tenía ninguna intención de dimitir e insistió en “la necesidad de llevar a cabo acciones para devolver” al país “a la normalidad”. Acompañado por los altos mandos del Ejército, Mugabe reclamó que el país no se “deje llevar por la amargura” y manifestó que “tiene en cuenta” todas las quejas formuladas por diferentes estratos de la sociedad y por su propio partido. Acerca del alzamiento militar del pasado martes, indicó que “nunca ha representado una amenaza contra nuestro orden constitucional ni contra mi autoridad como jefe de Estado, ni siquiera como comandante en jefe de las Fuerzas Armadas”.

Sobre las purgas en su partido, como la del exvicepresidente Emmerson Mnangagwa, que desencadenaron la intervención militar, Mugabe apuntó que la formación “estaba fallando” en el cumplimiento “de sus propias reglas y procedimientos”. En la reunión de ayer no solo se destituyó a Mugabe como líder del partido, sino que se designó a Mnangagwa como su sucesor. Además, se expulsó del partido a la primera dama, Grace Mugabe, y a varios de sus aliados.

Crisis política Los militares tomaron el control de Zimbabue en la noche entre el martes y el miércoles y, en un mensaje emitido de madrugada en la tomada televisión nacional, explicaron que no se trataba de un golpe contra el presidente sino de una operación contra “criminales” de su entorno. Un día antes habían advertido públicamente que se tomarían “medidas correctivas” si Mugabe continuaba con la purga de los miembros más veteranos del partido. Como motivo de fondo de esta declaración se leyó precisamente la destitución de Mnangagwa, un incondicional del partido y veterano de guerra al que se había opuesto Grace Mugabe con reiterados ataques verbales.

La sed de poder de la primera dama de Zimbabue enfureció lo suficiente al Ejército como para actuar en contra de su marido. Grace Mugabe, de 52 años y nacida en Sudáfrica de padres zimbabuenses, es una pieza clave en la crisis que mantiene al borde del abismo casi cuatro décadas de mando de su marido. Apodada Gucci Grace por su conocida afición a comprar en tiendas de lujo, hoy agota sus últimos días como primera dama retenida en su residencia por los militares.

Grace veía la vicepresidencia como preludio a su ascenso definitivo a la jefatura de Estado. Así, la campaña contra Mnangagwa marcó un punto de inflexión cuando el vicepresidente fue hospitalizado de urgencia, con síntomas de haber sido envenenado -según sus seguidores, tras tomar un helado proveniente de la granja de Grace-, tras un mitin de la primera dama. Las acusaciones la enfurecieron y usó su influencia sobre el envejecido mandatario para que destituyese al vicepresidente.

Todo parecía encaminado para Grace, quien en ese mismo mitin pidió a su marido que “no tuviese miedo” y la dejase “sustituirle en su puesto”. Mnangagwa fue cesado al día siguiente. Solo pasó una semana hasta que el Ejército se alzó contra el Gobierno, poniendo bajo arresto domiciliario a los Mugabe y deteniendo a los ministros afines a la primera dama. Desde entonces, desde los veteranos de guerra hasta los propios miembros de su partido reprobaron públicamente a Grace Mugabe y pidieron su expulsión de la ZANU-PF, acabando con su sueño de heredar la presidencia. - Efe