Berdyanske - Los habitantes de numerosas localidades rurales situadas en el frente del este de Ucrania viven aislados, sin agua, luz y gas, víctimas del asedio y del fuego cruzado entre el Ejército ucraniano y las milicias prorrusas. “Llevamos más de dos años sin agua ni energía. Aún no sabemos cómo vamos a enfrentarnos a las heladas del invierno”, dice Ninel Alexandrovna, una de los pocas personas que quedan en el pequeño pueblo de Berdyanske, al sureste de la provincia de Donetsk. Ninel reside en la denominada zona gris de la operación antiterrorista de las tropas ucranianas, cerca de la frontera con Rusia, en la línea de contacto que separa el territorio controlado por el Gobierno y el ocupado por separatistas prorrusos. Como resultado de las hostilidades, que se registran casi a diario, las infraestructuras que suministraban recursos de primera necesidad a esta zona quedaron dañadas o fueron confiscadas. “Vivir así es muy duro. Todo el pueblo está igual: no hay electricidad, no cobramos nuestras pensiones, no tenemos dónde comprar alimentos. Nadie quiere venir aquí porque saben que en cualquier momento puede pasar algo”, explica Ninel, que depende de la ayuda humanitaria de la Cruz Roja para sobrevivir. Una bombilla, que cuelga de un fino hilo en el techo de su salón y funciona con la ayuda de un generador, es la única fuente de luz con la que vive su familia, formada por ella, su hijo, su nuera y el bebé de ambos.

Pese a estar en silla de ruedas y reconocer que vive con el miedo a ser alcanzada por una bala perdida, Ninel se niega a marcharse de la que siempre ha sido su casa, objeto de ataques en más de cuatro ocasiones, como demuestran las numerosas marcas de disparos en su exterior.

“Nos vamos a dormir cada noche con el sonido de los tiroteos. Sales a la calle y no sabes si volverás viva”, afirma Ludmila Razumova, otra de las vecinas que resisten en ese fantasmagórico pueblo junto a su marido y sus hijos. - Efe