Washington - El ex presidente colombiano Álvaro Uribe (65 años) es abogado y profesor en Estados Unidos, pero sabe cómo ordeñar una vaca y trata de tú a tú a los campesinos. Un populista de día y un maquiavélico de por vida. La política de su país pasa, sin embargo, por el devenir de sus incesantes maniobras desde la sombra y él lo sabe hasta el extremo de exprimir al máximo su suerte. Ya ocurrió cuando lideró ante el referéndum de 2016 el rechazo a la firma de paz entre el Gobierno de su sucesor, Juan Manuel Santos, y las FARC. Le bastaron apenas 53.000 votos en un día electoral de terremotos inesperados para agitar a su favor las revueltas aguas de un país dividido por la mitad cuando se trata de cómo idear un futuro sin bombas.
Tan exigua ventaja fue suficiente para obligar a los dos bandos negociadores a revisar de inmediato su pacto con la modificación de hasta 60 medidas en un gesto que llenó de dudas a la ciudadanía al entender que los acuerdos previos negociados en La Habana eran manifiestamente mejorables.
Uribe, amigo íntimo de Aznar y con un hermano ligado a la organización paramilitar, pesca ahora en aguas revueltas. Como presidente -llegó a recibir el 62% de los votos- impulsó una frenética cruzada contra la guerrilla y el narcotráfico durante sus dos mandatos (2002 a 2010), que mereció más de una vez la denuncia de Derechos Humanos por las formas utilizadas para causar miles de bajas. En cambio, le niega el agua a Santos en su despedida posiblemente porque le hubiera gustado hacerse presente en la foto de una paz irreversible. - J. M. Gastaca