Los romanos, insignes pragmáticos del poder, llegaron a definir la patria como el lugar dónde se está bien (Ubi bene, ibi patria) y los chipriotas de hoy en día -insignes mercaderes- han adaptado la idea a los tiempos actuales y han hecho de su nacionalidad la patria de los afortunados? Que la puedan comprar.
Según informes sensacionalistas de la prensa británica, la República de Chipre que ingresó en la Unión Europea en el 2004 ha recaudado en los últimos 5 años más de 4.000 millones de euros (cantidad muy poco plausible), concediendo la nacionalidad chipriota a los afortunados que fueran capaces de invertir grandes sumas en bienes inmuebles o negocios asentados en la isla. En realidad, esta venta de la nacionalidad ni es un invento chipriota ni es un desenfreno mercantilista. A la tentación de atraer grandes capitales al país a cambio de la graciosa concesión del pleno derecho de residencia o de la nacionalidad sucumbieron muchas naciones antes que Chipre y hasta los muy ricos EEUU conceden hoy en día el derecho de residencia (Carta Verde) a quien es capaz de invertir medio millón de dólares o más en una vivienda o un negocio del país. Disposiciones similares se hallan también en las legislaciones de otras naciones comunitarias. Más aún: el Gobierno de Nicosia no se lanzó al negocio del pasaporte por avaricia, sino por mor de la demoledora crisis de la banca chipriota de 2013; una crisis que estuvo en un tris de precipitar la República en la bancarrota. Hasta ese año, la vía de la nacionalización por inversión de capitales existió en Chipre de una forma muy restrictiva. Sólo se volvían chipriotas los que compraban bienes inmuebles por valor de 26.000.000 de euros o en negocios o industrias con un giro anual mínimo de 85.000.000 euros. Pero la amenaza de una inminente quiebra nacional por culpa de la crisis bancaria obligó a bajar el listón económico de la nacionalización chipriota.
Así, a los clientes de la banca chipriota que hubiesen perdido en la crisis tres millones de euros o más -en su inmensa mayoría, oligarcas de Rusia y Ucrania- se les “compensaba” con una concesión inmediata de la nacionalidad si la solicitaba. Y como estos macrodamnificados de la banca chipriotas eran mayormente empresarios de negocios turbios en muchos lugares del planeta y con ingentes fortunas invertidas en diversas naciones, la nacionalización resultaba una compensación muy aceptable. Al fin y al cabo, buena parte de los llamados empresarios opacos, surgidos en la Europa del Este tras el colapso del comunismo, ya vivían o pasaban gran parte de su tiempo en la isla de Chipre. Y cómo eran tan buenos -¡y deseados!- huéspedes, Nicosia bajó el listón de las inversiones exigidas: primero a 10 y luego a 5 millones de euros. Y ahora, con la economía del mundo libre en pos de inversores para cimentar su incipiente recuperación, el Gobierno chipriota ha vuelto a ajustar las tarifas de nacionalización por inversión. Ahora basta aportar a la isla un capital de dos millones y medio de euros para obtener la nacionalidad en un plazo máximo de tres meses.