cansados tras viajes largos y dolorosos, miles de rohinyás refugiados malviven en chamizos sobre el barro, con la angustia sobre su futuro en Bangladesh, pero la idea de volver a Birmania (Myanmar), donde dan por sentado que les espera el cementerio, no entra en sus cabezas. “Me lo dijeron muy claramente, o se van o les matamos”, explica Abby Sallam, rodeado por nietos y la familia que no se quedó atrás en su pueblo de Fakira Bazar, en el estado occidental birmano de Rakhine.
El granjero, de pelo canoso y barba corta, decidió hace una semana resignarse y aceptar el ultimátum del Ejército birmano. Dejó su granja, su casa, la vida que conocía y salió hacia Bangladesh. Sin embargo, los militares no cumplieron su parte y le robaron las vidas de dos de sus hijos. El hombre lo narra sin emoción y, como quien enuncia una fórmula física, afirma: “Si volvemos morimos”.
Como Abby Sallam, la mayoría de los rohinyás en los campos de refugiados no quieren ni oír hablar de volver a Birmania, una pretensión que las autoridades de Bangladesh han repetido hasta la saciedad en los últimos días. La primera ministra bangladesí, Sheikh Hasina, precisa que su país acepta a los rohinyás únicamente sobre la premisa de una “acción humanitaria” en un momento de emergencia, pero insiste en que la solución a la crisis de refugiados pasa por que Birmania acepte su regreso.
El Alto Comisionado de la ONU para los derechos humanos considera que lo que está ocurriendo en Rakhine desde el 25 de agosto es un “caso de libro de limpieza étnica”, algo que niegan las autoridades birmanas, que tildan a los rohinyás de “terroristas”.
Parias en la tierra en que nacieron e ignorados en la que a regañadientes les acoge, los rohinyás son vistos por Bangladesh como una “carga demasiado pesada” que no puede asumir. “¿Volver?”; Rokki Mullah mira a su alrededor como quien no ha entendido lo que acaba de escuchar y trata de que alguien se lo repita. “¿A qué?”, replica tratando de comprender una pregunta demasiado absurda en su cabeza.
“¡No volveré nunca!”, zanja este hombre menudo de 30 años delante de su mujer y de dos de sus tres hijos, con los que se ha pasado viajando 14 días por montes y ríos desde su natal Tum Bazar, huyendo de los militares, hasta llegar a Bangladesh.
Su historia es similar a la de Abby. “Me dijeron si no dejaba ese lugar me matarían”. Afirma que ya no le queda nada en Birmania y asegura que su única preocupación ahora es conseguir arroz y agua para su familia, que desde hace cinco días vive bajo una lona de plástico negro, en una tienda improvisada a la que apenas se puede acceder gateando sobre el barro.
Cerca de allí, Elías Khan, de 24 años, mira a Rokki como quien asiste a una escena que ha visto tantas veces que podría repetirla de memoria. Llegó al campo de Kutupalong cuando tenía 12 años de la mano de su padre.
Desde entonces ha vivido allí, ha aprendido matemáticas y se expresa en inglés, un logro que le cuesta 300 takas mensuales (unos tres euros) con los que paga a un profesor particular. Sin embargo, su vida dista de ser lo que a le gustaría. “Tengo el derecho a volver a Myanmar”, clama. - Efe
¿Quiénes son? Los rohingyás son una minoría étnica de fe musulmana que vive en su mayoría en el estado de Rakhine, costa oeste de Myanmar (Birmania), país de mayoría budista. Según la ONU, son cerca de 1,2 millones.
¿Cómo viven? Aunque viven en Birmania desde hace generaciones, el Gobierno asegura que son migrantes musulmanes de Bangladesh que se trasladaron a Myanmar durante la ocupación británica y los considera apátridas. Son víctimas de múltiples discriminaciones: trabajo forzado, extorsión, restricción a la libertad de movimiento, reglas injustas y confiscación de tierras. El Estado les prohíbe casarse o viajar sin permiso de las autoridades y no tienen derecho a poseer tierra ni propiedades.
¿Por qué les persiguen? En este contexto, el grupo rebelde rohingya Arakan Rohingya Salvation Army (ARSA) atacó puestos policiales el 25 de agosto, lo que desencadenó una nueva represión del ejército de Birmania. Al menos 500 personas murieron, la mayoría de esa minoría, según el Ejército. La ONU cifra los muertos en el doble y describe un escenario de pueblos incendiados y asesinatos.
¿A quién se culpa? 13 Premios Nobel han criticado en una carta a la premio Nobel de la Paz, Aung Sang Suu Kyi, quien tras dos décadas bajo arresto domiciliario lidera ahora el gobierno de Myanmar, porque no ha realizado ninguna acción para asegurar los derechos y la ciudadanía de los rohingyá.
¿Dónde se refugian? Cientos de miles de rohingyás indocumentados (409.000, según la ONU) viven en Bangladesh, donde han ido refugiándose a lo largo de decenios, pero el Gobierno de ese país no los reconoce como refugiados. El 60% de ellos son niños, la mitad de ellos menores de 5 años, que llegan débiles y hambrientos a campos de refugiados sobrepoblados.