las mujeres Samburu estamos detrás en todo, detras, detrás, realmente detrás” dice la samburu Pauline Lenguris. La mayoría no han ido a la escuela y esto impide que encuentren otros trabajos distintos a ir a por leña o a por agua para alimentar a los niños día a día. Muy pocas mujeres emprenden negocios porque carecen de la capacidad y del capital para empezar. En cuestión de salud, están por debajo de los mínimos aceptables. No tienen acceso a los servicios. Cuando están embarazadas, algunas no reciben cuidados prenatales. Muchos niños de entre 0 y 5 años sin acceso a la atención sanitaria, mueren. Hay comunidades desprovistas de centros de salud cuando no pueden permitirse ir a los centros; a veces caminan más de 100 kilómetros? El relato de Pauline apela a la necesidad de una revolución en la educación y la participación de las mujeres en la civilidad. Sufren ellas más que nadie el impacto del declive económico del modo de vida samburu que depende críticamente del pastoreo extensivo, cuando fallan las lluvias, como el año pasado. Frente a las hambrunas, la distribución de alimentos, aunque necesaria, no propone ninguna solución. Las mujeres samburu necesitan encontrar actividades alternativas para generar ingresos, pero ¿cómo, si son analfabetas? A Pauline Lenguris fue esto lo que le hizo entrar en política. Aspiraba a que los problemas de las mujeres pasaran a ser una prioridad y por segunda vez se ha presentado como candidata a Representante de las Mujeres en el condado de Samburu, y tampoco esta vez ha conseguido la posición.

“Ni siquiera puedo llamarles elecciones”, asegura, “hubo compra de votos; repartieron un montón de dinero que venía de la Casa del Estado y de quienes ocupan los escaños. La actual Woman Rep repartió comida por todos lados, distribuyó mantas y dinero para ser elegida”. Con más de 10 años asociada con el poder, Mamá Maison obtuvo 29.000 votos, 7 mil más que Pauline Lenguris y por tercera vez consecutiva, ocupará la vieja el puesto crítico de defender los intereses de las mujeres en el parlamento de Kenia. Dice Pauline Lenguris que Mama Maison no entiende la importancia de ir a la escuela, “porque ella misma es analfabeta aunque lleve 10 años en el parlamento” y continúa, “Cuando un niño está enfermo queda a merced de Dios, no recibe ninguna asistencia, no hay enfermeras alrededor, no hay transporte ni nada. Todavía hay gente que no tiene agua potable, que no tiene acceso a ningún servicio, ni a la educación, ni a los alimentos. Y nada cambia, en el interior de Samburu la vida es igual a como era hace 50 años” se lamenta Pauline.

Asumiendo que sola desde su casa no podía hacer nada sino que era necesario influir en los políticos y en los accionistas, con su doble formación de enfermera de ambulancia y desarrollo comunitario, preparó una agenda de 5 puntos, a saber, la educación, la salud, el empoderamiento económico, las relaciones de género y la unión de las mujeres, y aunque tampoco esta vez ha inscrito su nombre en las arcas del poder, asegura que su inspiración no ha muerto y que un día está segura de que tendrá la oportunidad. “Llovió mucho aquella noche” cuenta “y lo que hizo esta gente? Cuando lo supimos ya era tarde tarde, enviaron gente con dinero a los centros de voto. Cuando pasaba alguien le ofrecían dinero si votaba por Maison. Ella ha robado mucho dinero en los últimos 10 años y lo utilizó para comprar a la gente”.

Pauline sin embargo no tenía dinero, y su conciencia le decía que comprar a la gente no era lo correcto, la gente debía decidir libremente y elegir los líderes que quería, dice, “sin embargo, el dinero tomó el centro de interés y otra vez ganaron”. De las 300.000 almas que tiene Samburu hubo 60.000 votos.

En Barsaloi, mujeres que se ganan el pan de cada día lavando ropa y haciendo penosos trabajos votaron por Mama Maison y niegan que recibieron dinero a cambio. Aseguran creer que Mama Maison hace su trabajo y si les pregunta qué trabajo, responden como Manerian Lenanienkie, de 1996, y esposa de un cuarentón que solamente tiene 6 cabras, “votamos por Maison porque es la que estaba antes y porque ha ayudado a los que están cuidando animales en Suyan”. Creen que “Maison es buena” como dice la suegra que a la vez confiesa que es vieja y no sabe nada.

Importa lo que piensen los jóvenes, jóvenes como la mujer de su hijo cincuentón, que esperan que después de haber trabajado en Suyan, Maison volverá para darles a ellas comida y construirles mejores casas.

T O R & A N A El género, entendido como discurso que estructura el saber y el poder de las comunidades, es uno de los elementos críticos a investigar para lograr cambios en la realidad de las mujeres. La cultura samburu confina a la mujer en la sumisión al hombre, produciendo matrimonios precoces, poligamias de hecho y mujeres analfabetas que cargan con trabajos penosos para poder alimentar a los niños por sí mismas, mientras los hombres se ocupan del negocio por excelencia de los samburu, el ganado ovino y bovino. Sin embargo cada vez más hombres carecen de estos recursos sin por ello dejar de beneficiarse de futuras niñas-madre.Las más pobres de entre las pobres no encuentran un modo de vida distinto a buscarse la vida en el bosque. Algunas se encargan de ir a por leña o hacer carbón o salir a recoger Aloe Vera y con suerte consiguen reunir al cabo de un día lo justo para que los niños puedan comer.

En Opiroi, todavía hoy, las mujeres cavan, a un kilómetro de la aldea, para buscar agua y llenar los bidones poco a poco. En la estación seca van a por agua por la mañana y no vuelven hasta las dos de la tarde.

Muchas cosas han cambiado en sus vidas, dice Cristina Lekaldero, “antes no teníamos estas telas de vestir e íbamos con pieles de cabra; ahora estamos limpias. Pero hay algo que no ha cambiado, seguimos cargando con el agua y la leña y dependiendo de las mismas faenas”. Las mujeres de Opiroi se reúnen para trabajar juntas y dan fe de que no son víctimas infantiles. Por ejemplo en el tema de la circuncisión femenina están erradicando esta práctica “y no ha sido gracias a Margaret Kenyatta” sino a ellas mismas, según Nohkisho Lenankuram. Sin embargo, reclama ayuda para las actividades de elaboración de artesanías que han emprendido juntas. Asegura que por encima de todo necesitan educación, “queremos oír lo que tiene que decirnos el mundo, sólo hace falta que traigan las sillas y nos sentaremos para aprender”, dice.

En Opiroi, donde Pauline Lenguris batió a Mamá Maison, otro grupo en el que participan mujeres de la aldea, planta Aloe Vera desde hace 7 años para producir lociones y jabón. Realizaron un arduo trabajo transplantando plantas recogidas en el bosque y transformando la materia prima de forma artesanal, pero la actividad ha ido degenerando poco a poco porque continúan necesitando capacitación y capital para transportar los productos hasta el mercado, y no obtienen ayudas.

La niña Toriana Ladero representa tal vez la situación en la que se encuentra la mujer samburu. Se aferra a su sueño de ser un día maestra aunque a los 13 años nunca ha ido a la escuela. Su madre con otro grupo de mujeres de la familia Ladero se va por la mañana al bosque a recoger aloe vera y ella se queda a cargo de sus 4 hermanos pequeños en la manyata de paja, todo el día sin comer hasta que vuelve su madre rendida por el esfuezo y vende la colecta. El padre era sanador tradicional. Tenía más de 80 años y está enterrado a unos metros bajo un montón de piedras. Toriana acaba de empezar a asistir a una escuela informal de txakutis (niños-pastores), cerrado en agosto, donde con un montón de niños más, aprende el abc del currículum escolar. Todavía no habla ni swahili ni inglés, ni tiene cuadernos pero si le dejan de seguir aún podría alcanzar su sueño. Aún no eleva la mirada antes de hablar sino que la fija en el suelo pero ha cogido un palito y llevando en la espalda la hermanita más pequeña se agacha y casi escribe correctamente su nombre en la arena.