con unos índices decrecientes de apoyo popular y con un aumento en las dudas populares acerca de la buena marcha del país, cabe preguntarse hasta cuándo puede sobrevivir Donald Trump como presidente y si están justificadas las esperanzas de sus muchos enemigos de que no acabará, ya no solo su mandato, sino incluso este año, disfrutando de la Oficina Oval.

No son ya solo los medios informativos progresistas quienes le critican, sino que ahora se les suman algunos tan conservadores como el diario Washington Times o la televisión Fox, que disfruta en estos momentos de la mayor audiencia del país.

Es porque Trump parece haber rizado el rizo atacando a uno de sus adictos más files, el secretario de Justicia Jeff Sessions , uno de los primeros senadores en apoyarlo cuando todos lo veían en Washington como un apestado, o en el mejor de los casos, como un millonario pintoresco sin futuro político. Sessions es un favorito de los conservadores, tanto por sus posiciones duras ante la delincuencia, como su deseo expresado repetidamente de poner fin a la inmigración ilegal.

Pero si los ataques de los simpatizantes demócratas no consiguieron hacer mella entre sus seguidores, parece que los conservadores no llevan mucho mejor camino: basta con ver las masas que acuden a escucharlo para comprender que entre sus seguidores más fieles el entusiasmo continúa.

También está el apoyo que no se ve en actos públicos, sino en el voto diario de millones de personas que expresan con su propio bolsillo la confianza en Trump y que han hecho subir las bolsas como la espuma, tanto por el valor de sus índices, como las cantidades invertidas: desde que Trump llegó a la Casa Blanca, el volumen de Wall Street aumentó en nada menos que 4.4 billones de dólares.

Esto de las bolsas no es aquí campo reservado para unos pocos millonarios y privilegiados. Dejando al margen el hecho de que, por las dimensiones gigantescas de este país continente cualquier grupo acostumbra a tener mucha gente, las bolsas son el lugar donde el ciudadano de a pie pone sus ahorros, o bien directamente o bien a través de fondo de inversión que administran los ahorros destinados a la jubilación. Tan solo estos fondos contienen sumas gigantescas, pues rondan los 20 billones de dólares e incluso superan la deuda nacional, de poco más de 19 billones.

Desde el día en que Trump fue elegido, las bolsas no han parado de subir: al día siguiente de la inesperada derrota de Hillary Clinton, el Dow Jones subió 257 puntos, el triple de lo que había ganado el día anterior cuando parecía que Estados Unidos iba a tener por primera vez una mujer como presidente.

Con algún bajón, la trayectoria se ha mantenido desde entonces: los diversos índices han alcanzado niveles máximos el 25% de los días en que los mercados han estado abiertos, el Dow Jones ha ganado el 17% desde las elecciones y los otros índices, es decir, el S&P500 y el Nasdaq, de valores tecnológicos y nuevas empresas, han seguido el mismo curso.

Y las previsiones son para más de lo mismo. Hay un versito que repiten a menudo los inversores, de “sell in May and go away” (“vende en Mayo y márchate”), porque los meses de verano acostumbran a ver fuertes retrocesos. Pero esta vez no ha sido así y una vez transcurrida la mitad del verano, las tendencias y las previsiones alcistas se mantienen.

No es que Trump haya hecho grandes cosas, pues sus promesas no se han realizado todavía. Y quizá no se realicen nunca, si vemos el camino que lleva la reforma sanitaria y la lucha en ciernes por un nuevo código fiscal. Pero sus sermones apelando al patriotismo inversor han motivado a varios empresarios a abrir nuevas fábricas en zonas deprimidas y entre los empresarios grandes y sobre todo pequeños, hay un gran optimismo por su programa para reducir las normativas en general.

En la euforia inversora, apenas se oyen advertencias recordando que las anteriores bofetadas serias en las bolsas ocurrieron después de épocas de fuertes subidas: en 1929, la caída llegó después de años de constantes máximos y de un optimismo casi religioso, en 1987 después del optimismo de seis años de Reaganomics que también provocó fuertes subidas y el más reciente, del 2008, con la euforia provocada por la bonanza en el mercado inmobiliario.

La situación es ahora muy diferente, pero tiene fisuras: esta bonanza va emparejada con la escasez, tanto de mano de obra cualificada que frena el crecimiento empresarial, como de inmuebles disponibles, lo que ha provocado una fuerte alza de los precios inmobiliarios hasta los niveles anteriores a la crisis, pero tan solo están al alcance de ricos inversores, extranjeros o locales.

Un libro popular aquí es Esta vez es diferente, en que se explica la similitud de las crisis financieras a lo largo de ocho siglos. Es pronto para saber si Trump presidirá sobre una era de crecimiento como hizo Reagan, o a la vuelta de la esquina está una debacle que acabará con la euforia de Wall Street?y con la presidencia del hombre que se hizo famoso con la frase “está usted despedido”. Esta vez, se lo dirían a él.