Una primera línea de minas y alambradas seguidas de una pared de arena, otra de piedra, zanjas antitanque, nidos para municiones y parapetos. A continuación, una segunda línea con artillería, radares y blindados. Y finalmente, una tercera con tropas de intervención rápida. Así es la fortificación del muro militar marroquí, un cerco de seis tramos que se alarga un total de 2.720 km, que fue construido por Marruecos en los años 80 en el Sahara Occidental y que divide a la población, viola los Derechos Humanos y supone, actualmente, el mayor obstáculo para la resolución del conflicto en este territorio de África del Norte. “Se trata de la mayor barrera militar operativa en el mundo y se ha cobrado directamente las vidas de más de 2.500 civiles saharauis”, denuncia Gaici Nah Bachir, investigador y activista saharaui. De ahí que se haya ganado el sobrenombre el Muro de la Vergüenza.

Tal y como explica Gaici en su libro El muro marroquí en el Sáhara Occidental: Historia, estructura y efectos, el cerco comenzó a levantarse en verano de 1980 durante la Guerra del Sahara Occidental (1975-1991) después de que Marruecos intentase por todos los medios ocupar el territorio por la fuerza. “Ante los avances del Ejército de Liberación Popular Saharaui, las fuerzas marroquíes tuvieron que atrincherarse en su afán de continuar con la ocupación”. Algo que en la actualidad no ha cambiado: 26 años después del alto el fuego entre el Frente Polisario saharaui y Marruecos, prácticamente el 90% del ejército marroquí está instalado en el territorio del Sahara Occidental, gastando un 3% del PIB del país en el mantenimiento de este muro.

Esta barrera militar tiene múltiples efectos sobre el pueblo saharaui. Para empezar, supone un cerco que no solo divide el territorio saharaui ocupado por Marruecos desde 1975 de las regiones liberadas por el Frente Polisario antes del fin de la guerra, sino también a un pueblo. “Hay familias que nunca se han visto desde la invasión marroquí y la construcción de este muro”, asegura Gaici. Además, en muchos casos dificulta que los niños lleguen a escuelas e impide que los enfermos traspasen el muro para recibir atención médica, mientras que el Ejército marroquí lo usa como corredor para la inmigración ilegal y el tráfico de drogas. Todo ello, sume a la población saharaui en una gran desmotivación social. “Es la prisión al aire libre más grande del mundo, porque encierra herméticamente a un pueblo entero”.

Por supuesto, los intereses económicos también están de por medio: “El muro supone un parapeto y un paraguas para el saqueo y el pillaje de los recursos naturales del Sahara Occidental”, denuncia este activista. El cerco divide la tierra fértil, los embalses de agua y las desembocaduras de los ríos del desierto y, en ocasiones, la vida de la muerte. La parte ocupada por el cerco es rica en diferentes aspectos. Como dato, alude a que el 90% de la pesca marroquí está usurpada de este territorio. Y sin embargo, la población saharaui que está en estas zonas ocupadas vive en extrema pobreza debido al bloqueo impuesto por Marruecos: “Muchas familias que viven en la parte este del Sahara, en los campos de refugiados, solo sobreviven gracias a la ayuda humanitaria”.

Además, algunas regiones están altamente contaminadas por el uso de minas. Aunque hasta día de hoy no existe un cálculo exacto de la cantidad de explosivos que hay desplegados en el Sahara Occidental, según los datos recopilados por Gaici, de los casi 10 millones de minas que hay en la región, solamente en el llamado Muro de la Vergüenza hay más de 7 millones. “El Sahara Occidental es uno de los territorios más contaminados por minas junto con Angola y Afganistán”.

Después de todo, el territorio saharaui está infectado por todas y cada una de los 72 tipos de minas existentes. Estas tienen muy diferente procedencia: las hay alemanas, belgas, soviéticas, españolas, americanas, checas, francesas, británicas, griegas, israelíes, portuguesas, rumanas, chinas y de muchos otros países.

Cobertura Internacional Según las investigaciones de Gaici, la construcción del Muro de la Vergüenza solo ha sido posible gracias a una amplia cobertura internacional. La idea, por ejemplo, asegura que fue de Israel. La asistencia técnica y tecnológica, estadounidense. La cobertura política, francesa. La financiación, de países petroleros del golfo; mientras que la mano de obra es marroquí. “Desgraciadamente, es la única obra de la Guerra Fría donde Occidente y Oriente, con sus ideologías antagónicas, se unieron contra un pueblo cuyo único pecado es reclamar su derecho a la autodeterminación y a la libertad”.

A día de hoy, este activista sentencia que esta “conspiración internacional” continúa con la financiación, la manutención y el mantenimiento del cerco que ofrecen varios gobiernos, entre los cuales se encuentra el del Estado español. Si España entregó en 1975 el Sahara Occidental a Marruecos abriendo la frontera norte para facilitar la invasión, fue el gobierno de Felipe González el que cerró el territorio saharaui por el sur en 1986 mediante una ayuda militar de 221 millones de dólares que posibilitó a los marroquíes construir el sexto y definitivo tramo del muro. “Fue gracias a Felipe González, a su ministro de defensa Narcis Serra y al Rey Juan Carlos por lo que este muro pudo ser terminado”, denuncia este investigador.

Gaici asegura que esto fue un trueque entre el Gobierno español y el marroquí con vistas al interés de España en la Unión Europea y, posteriormente, un posible convenio de comercio en lo que se refiere a la pesca entre ambos países en territorio saharaui. “Pero la relación no termina ahí, porque todo gobierno español vende armas a Marruecos para que pueda mantener el muro”. Como ejemplo, señala que Zapatero “regaló” unos lotes de armas y coches al ejército marroquí al precio simbólico de un euro la unidad. “Los saharauis no son solamente víctimas de Marruecos, sino también de muchos otros países”.

En 2005 el Frente Polisario firmó unilateralmente la prohibición del uso de minas antipersona. En cambio, el Gobierno marroquí se niega hasta la fecha a renunciar a su uso y, a día de hoy, no solo impide a las ONGs humanitarias desminar áreas críticas, sino que sigue aumentando el número de minas de este cerco 26 años después de la firma del alto el fuego.

El desminado humanitario solamente se está llevando a cabo en algunas zonas concretas del este del Sahara Occidental bajo el control del Frente Polisario. Aun así, aunque ahora mismo se retiraran todas las minas del territorio, los saharauis continuarían durante décadas expuestos a la contaminación que estas han causado. Además, es el único pueblo del mundo que está considerado en su totalidad como potenciales víctimas de minas. “Hoy más que nunca es una oportunidad más para exigir y obligar al gobierno marroquí a cumplir con las reglas del derecho internacional humanitario y desmilitarizar el muro de la ocupación, prohibiendo el uso de las minas antipersona y llevar a cabo un desminado total, masivo y eficaz en las zonas bajo su control”.

Impedimento para la paz A nivel político, Gaici destaca que el cerco supone actualmente el mayor impedimento para la celebración de un referéndum del Sahara Occidental y la resolución del conflicto. “El muro forma parte de la guerra y no se puede construir la paz con elementos y mentalidades de la guerra”. Para Gaici, el cerco debe desaparecer cara a que el Frente Polisario y Marruecos decidan optar por la paz, dado que este “es la prueba más importante de una ocupación ilegal marroquí”. Además, el muro no solamente afecta a los saharauis, sino que también es un clavo en el ataúd respecto al intento de acercamiento político de los países de la zona.

Uno de los principales problemas para hacer presión a favor del desmantelamiento de este cerco es, según Gaici, el silencio mediático al que están sometidos tanto su existencia como sus efecto”. “Los países que promovieron el desplome del muro de Berlín son los que mantienen este muro y los que imponen bloqueos a la prensa”. Por ello, opina que es primordial que se otorgue más espacio a este conflicto en la prensa internacional y que diferentes ONGs y sociedades civiles como Amnistía Internacional o Right Watch también se centren en el muro marroquí. “Hablan de Israel y Palestina, pero no del Sahara Occidental”.

Ante esta situación, en 2013 se lanzó la Campaña internacional contra el muro de la ocupación marroquí en el Sáhara Occidental: juntos para derribar el muro, de la que Gaici forma parte. Sus tres ejes principales son el muro, las minas y las víctimas de las mismas. “El muro no es más que una copia de unas tácticas que se han utilizado en otros países en los que se ha demostrado su fracaso y este muro no puede ser una excepción”. Para este investigador, el cerco es la constatación física del fracaso militar marroquí en el Sahara Occidental. “Si los marroquíes pensaran que el muro podría resolver el conflicto del Sahara Occidental no lo hubieran construido”. Aun así, Gaici se mantiene optimista: “El Sahara está ocupado, pero no está conquistado”.