La gran alianza internacional contra el Estado Islámico (EI) nació enferma de muerte desde el primer momento y se mantuvo en pie el tiempo justo que duró el miedo a que los fundamentalistas islámicos arraigarse en tierras sirias e iraquíes. Ahora, con el EI en constante retroceso militar -en Siria e Irak- y político -en Libia-, la gran alianza se está deshaciendo a ritmo acelerado.
Y como casi siempre, las verdades geohistóricas vuelven a emerger aquí también para recabar su protagonismo político. Y el Oriente Medio una de esas verdades geohistóricas es la turcofobia. El antagonismo ruso-turco se remonta desde las invasiones esteparias de Rusia hasta la pugna de zares y sultanes por le hegemonía en el Oriente Medio y Europa Oriental.
Por otro lado, el odio que se profesan árabes y turcos ha hecho acto de presencia prácticamente a lo largo de toda la hegemonía islámica en el Oriente Medio y Europa del Este a lo largo de la Historia, para acabar en los tiempos modernos con el problema sin resolver de la convivencia de la gran minoría kurda (el 10% del total del censo turco) en la República Turca.
Todo este trasfondo histórico y juego de intereses político actuales explica el gran fracaso -político y militar- de Erdogan en la guerra contra el Estado Islámico.
En agosto del año pasado, el presidente turco anunció a bombo y platillo el inicio de la operación Escudo Éufrates cuyos objetivos eran controlar todo el territorio sirio fronterizo con Turquía e impedir la unificación del Royava, palabra kurda que significa “occidente” y abarca las provincias de mayoría kurda del norte de Siria Kamishli, Kobane y Afrín.
Al día de hoy este último propósito no lo lograron las tropas de Erdogan y para más inri, sus diplomáticos tampoco pudieron impedir que Rusia instalara en Afrín -la parte más occidental del Royava- una base militar de observación que coarta cualquier maniobra militar turca en la zona. Como tampoco logró Ankara en ningún momento de la guerra contra el Estado Islámico. que los Estados Unidos dejasen de apoyar con armas, dinero y asesoramiento militar a los combatientes del PKK (Partido Comunista Kurdo de Turquía) en Siria, pese a que el Departamento de Estado norteamericano tiene calificado oficialmente al PKK como organización terrorista. Ello, claro, porque le eficiencia militar del PKK en el frente sirio le permite a los Estados Unidos seguir en la guerra sin tropas de Tierra.