Marcada desde niña por el conflicto norirlandés, la dirigente unionista tomó las riendas del DUP en 2016 y asumió el reto de ser la primera mujer que dirigía el Gobierno de poder compartido entre protestantes y católicos.
Desde entonces, la relación con sus socios del Sinn Féin se ha ido degradando por sus diferencias sobre política económica y, sobre todo, social y lingüística, pues los nacionalistas le acusan de ridiculizar el idioma gaélico y de ignorar los derechos de inmigrantes o el colectivo LGTB con su profunda homofobia. Foster, con unos planteamientos políticos arcaicos, también se enfrentó a los republicanos durante el referéndum celebrado el pasado 23 de junio sobre el Brexit, en el que la mayoría de los norirlandeses lo rechazó.
Pero si algo marca su carrera política es la corrupción. Un escándalo financiero en la gestión de un programa de energías renovables que ella misma estableció cuando ocupó la cartera de Empresas e Inversión (2008-2015) hizo caer al Gobierno de Belfast y Londres se vio obligado a convocar en marzo unas elecciones anticipadas en las que el Sinn Féin se quedó a solo un escaño del DUP, lo que provocó la pérdida de la tradicional mayoría que han tenido las fuerzas unionistas en la asamblea norirlandesa. Ingresó en el DUP en 2004, tras abandonar el Partido Unionista del Ulster (UUP), entonces hegemónico al parecerle demasiado avanzado.