WASHINGTON - El hartazgo de los mineros y los trabajadores del acero dio a Donald Trump el triunfo en las elecciones y, ahora, como presidente, acude a su base más fiel para justificar decisiones tan criticadas como la salida de Estados Unidos del Acuerdo climático de París.
“Fui elegido para representar a los ciudadanos de Pittsburgh y no a los de París”, dijo Trump esta semana, en una frase que resume su política para poner a “EEUU primero” -“America First”- y priorizar la creación de empleo en zonas industriales, como Pittsburgh, por encima de cualquier compromiso internacional.
Trump recuperó el tono populista de sus actos de campaña y, frente a una audiencia mundial, prometió que la salida de EEUU del “injusto” Acuerdo de París impulsará el desarrollo de un “carbón limpio” que permitirá la creación de cientos de miles de empleos en las minas, en la industria del acero y en la del automóvil.
“Las minas -aseguró- ya están empezando a abrir, tenemos una gran apertura en dos semanas, en Pensilvania, en Ohio, en Virginia Occidental, en tantos lugares. Una gran apertura de una nueva mina. Eso es inaudito. Por tantos, tantos años que no ha sucedido. Me preguntaron si iba a ir y lo voy a intentar”.
No mencionó el nombre de la mina en su discurso, pero inmediatamente después los jefes de la mina Acosta hicieron oficial la invitación a Trump para su ceremonia de apertura. La mina Acosta, en el oeste de Pensilvania, creará entre 70 y 100 empleos y producirá 400.000 toneladas anuales de carbón, según la empresa Corsa Coal, propietaria del yacimiento.
Esa pequeña creación de empleo apenas servirá para aliviar la dañada industria del carbón, que ha perdido 60.000 puestos de trabajo desde 2011, en gran medida debido al boom de la fractura hidráulica que ha convertido al gas natural en una alternativa mucho más barata que el carbón.
En todo caso, el Acuerdo de París y las políticas medioambientales del expresidente Barack Obama han sido percibidos como el origen de todos los males por los habitantes del cinturón de óxido de EEUU, el corredor desindustrializado que va de Pensilvania a Minnesota y que apoyó en masa a Trump. De manera automática, con cada acción para aislar a Estados Unidos, Trump se excusa en resarcir a los “olvidados” que sienten que se han quedado atrás a pesar del progreso del país. Ya estrechó las manos de un grupo de mineros, con cascos y vestidos de azul, cuando firmó en febrero una ley que deshace las regulaciones a la explotación de carbón impuestas por Obama. Y esta semana, Trump volvió a convertir a la clase obrera en la protagonista -o la excusa- para su adiós al Acuerdo de París.