LONDRES - Lo que parecían unas elecciones generales fáciles de ganar para la primera ministra británica Theresa May hace unas semanas se han convertido en su mayor pesadilla con su constante caída en las encuestas, y en las filas conservadores se hace palpable el nerviosismo con mensajes contradictorios sobre los planes fiscales, en un empeño de garantizar a sus votantes una promesa que no aparece por escrito en su polémico manifiesto.
La líder conservadora intentó calmar los ánimos dentro de su partido en una comparecencia en la que insistió en que la firme intención de los suyos es reducir los impuestos sobre las familias trabajadoras ordinarias, pese a que su ministro de Defensa había dicho horas antes que “no habría un aumento” en el impuesto sobre la renta para los ingresos más altos.
May había evitado meterse en el peligroso terreno de prometer no subir el impuesto sobre la renta, la contribución a la seguridad social y el IVA, como hizo David Cameron en 2015, por miedo a tener que verse forzada a hacerlo en los próximos meses y mientras negocia la salida del complejo acuerdo del Brexit con Bruselas.
Ahora, los conservadores esperan que al descartar la subida del IRPF conseguirán que sus votantes vayan finalmente a las urnas el próximo miércoles. “Un ministro dice que no van a hacer más aumentos de impuestos y que posiblemente habrá reducciones para los más ricos, pero después no pueden responder a la pregunta sobre si habrá una subidas de impuestos para el resto de la población”, lamentó el líder laborista, Jeremy Corbyn.
Sabedor de esta guerra interna y con una subida de 11 puntos en la valoración de su liderazgo, Corbyn aprovechó para tildar las políticas fiscales tories de “caóticas”. Mientras, las encuestas continúan estrechando la diferencia entre ambos partidos -conservadores y laboristas- incluso a seis puntos, frente a los 26 con los que comenzaron la campaña electoral hace cuatro semanas.
Otra buena noticia para el laborismo es el registro para la cita con las urnas de más de un millón de menores de 25 años desde que May hizo el anuncio del adelanto electoral. Si finalmente los jóvenes se movilizan, los datos de las encuestas se harían realidad. Aquí cabe recordar que sólo el 43% de los británicos de 18 a 24 años fueron a las urnas en las últimas elecciones, en comparación con el 78% de las personas de 65 años o más.
Las malas noticias para May no quedan ahí ya que, por primera vez desde que llegó a Downing Street el pasado julio, hay más ciudadanos británicos “insatisfechos” con su gestión (50%) que “satisfechos” con la misma (43%) . Además, las mujeres británicas ya no estarían tan dispuestas a votarla como en el pasado y verían con buenos ojos hacerlo por Corbyn.
El cambio en la campaña ocurrió el 17 de mayo, unos días antes del atentando terrorista de Mánchester. Fue ahí cuando los laboristas empezaron a despuntar, tras la presentación del manifiesto conservador en el que se introducía el apodado como “impuesto de la demencia” con el que May tiraba por la borda su acomodada ventaja.
Los pensionistas descubrieron que tendrían que hacer frente a un copago de sus cuidados sanitarios, mediante el que se echaría mano hasta de sus casas para hacerle frente y el Estado solo garantizaría que habría un tope de 100.000 libras que no se tocarían.
Además, la primera ministra esquivó los debates televisivos con otros líderes alegando que estaba preparando la negociación para conseguir el mejor acuerdo del Brexit con Bruselas. Por paradójico que parezca, el votante es sabedor de que esa negociación no está en marcha en estos momentos y que no comenzará hasta tres días después de las elecciones.
May también fue criticada por mandar al debate para reemplazarla a su ministra del Interior, Amber Rudd, solo dos días después de la muerte de su padre.
Polémica Firme opositor del uso de armas nucleares, Jeremy Corbyn se comprometió ayer a mantener el Reino Unido a salvo y a “invertir adecuadamente” en las fuerzas armadas, prometiendo más barcos para la Marina y más aviones para las fuerzas aéreas. “Vamos a proteger a la gente de este país de cualquier amenaza a la que se enfrentan en cualquier parte del mundo”, dijo Corbyn. Si bien en su manifiesto los laboristas se comprometen a reemplazar el sistema de misiles Trident, su líder ha sido reacio a decir si estaría dispuesto a autorizar el disparo de misiles si Reino Unido estuviese bajo la amenaza inminente de armas nucleares.
El líder laborista vivió su momento más incómodo de la campaña electoral al afirmar que lidiaría con la amenaza mediante la negociación y las conversaciones antes de tomar represalias, alegando que si se usase el ataque “millones morirían”. En la audiencia, solo una joven le dio su apoyo, diciendo: “No entiendo por qué todos en esta sala parecen tan interesados en matar a millones de personas”. Sin embargo, muchos en la audiencia parecían hostiles y despertando el miedo de muchos diputados laboristas de que la postura de Corbyn sobre el uso de armas nucleares minaría su resultado final a pesar de haber hecho un resto de campaña acertada.
El primero en criticarle fue el ministro de Asuntos Exteriores, Boris Johnson, diciendo que era realmente espeluznante oír a Corbyn anunciar todo el apoyo de los laboristas al proyecto nuclear y a las fuerzas armadas, tildándolo de “completamente insignificante porque llegado al caso de tener que defender este país, no lo haría”.
Corbyn también se enfrentó a duras preguntas sobre sus comentarios anteriores sobre el IRA. Una persona le preguntó directamente “por qué nunca ha considerado al IRA como terroristas” y otro miembro de la audiencia señaló “el IRA mató a mucha gente, ¿no?”, a lo que Corbyn respondió: “todas las muertes son equivocadas”.
La estrategia de Corbyn fue criticar al presidente estadounidense, Donald Trump, por su decisión de retirarse del acuerdo climático de París, y la decisión de May de no firmar una carta con otros líderes de la UE condenando la medida. “Deploro profundamente la decisión de Trump”, dijo, para añadir que él “firmaría una carta inmediatamente con cualquier otro líder que deplorara eso”.
El líder laborista insistió en que no haría un acuerdo con la líder del SNP, Nicola Sturgeon, y que trabajaba para un gobierno laborista mayoritario. “Estamos luchando para ganar estas elecciones y estamos montando una campaña fantástica con el fin de hacer llegar este mensaje a todos en nuestra sociedad, pero sin hacer ofertas”.