París - Francia afronta la primera vuelta de sus presidenciales más inciertas, con cuatro candidatos con opciones de pasar a la segunda, un elevado índice de indecisos y una previsión de participación inusualmente baja. Además, el director general delegado de Ipsos, Brice Teinturier, reconoció ayer que “hay un clima de desconfianza alimentado por lo que pasó en Estado Unidos” con la elección de Donald Trump en noviembre y con el referéndum del Brexit en junio. Y ha esto hay que sumarle el atentado yihadista del pasado jueves en los Campos Elíseos de París y el ataque desarticulado el pasado martes en Marsella.
El socioliberal Emmanuel Macron, la ultraderechista Marine Le Pen, el conservador François Fillon y el izquierdista Jean-Luc Mélenchon parten, según los sondeos, con posibilidades de pasar al segundo turno del próximo 7 de mayo de entre los once postulantes en liza. La diferencia entre los cuatro se ha ido estrechando de forma significativa en un mes: de los más de diez puntos que separaban a finales de marzo a la ultraderechista Le Pen - que se situaba entonces en cabeza con más del 25%- del líder de la izquierda radical Mélenchon -que aún no llegaba entonces al 15%-, se ha pasado a menos de cinco.
Según la media de los trabajos más recientes divulgados en la segunda parte de esta semana por once institutos demoscópicos, con encuestas realizadas antes del ataque terrorista de París, Macron obtendría un 23% de los votos, seguido por Le Pen (22,4%), Fillon (20%) y Mélenchon (18,5%). Como subraya el investigador Gaspard Estrada, de Sciences Po París, nadie puede decir con seguridad quiénes serán los dos finalistas de estos comicios.
Nunca antes tantos candidatos optaron a disputarse la presidencia de Francia, una incertidumbre acrecentada por el atentado del pasado jueves en los Campos Elíseos de París que agrega suspense a los comicios a los que están llamados 45,67 millones de electores. La seguridad será otra de las novedades de las presidenciales, las primeras que vive Francia en estado de emergencia, que fue decretado tras los atentados del 13 de noviembre de 2015 en París y Saint Denis.
El Gobierno no cesa de admitir que la amenaza es elevada en el país y las elecciones un escaparate para los terroristas, como puso de manifiesto el atentado desarticulado el pasado martes con la detención de dos presuntos yihadistas en Marsella que ultimaban un ataque contra la campaña electoral o el tiroteo del pasado jueves en los Campos Elíseos de París en que murió un policía.
Unos 50.000 agentes de policía y gendarmería y 7.000 militares serán desplegados como refuerzo de seguridad durante los comicios en los más de 66.500 colegios electorales abiertos en el país. El control se incrementará en la entrada de los colegios electorales, al que solo podrán acceder quienes estén adscritos en las listas, lo que impedirá la imagen de ciudadanos que acudan en familia a depositar su papeleta.
Además, tal y como reconoció ayer Brice Teinturier, director general delegado de Ipsos, en Francia “hay un clima de desconfianza alimentado por lo que pasó en Estado Unidos” con la elección de Donald Trump en noviembre y con el referéndum del Brexit en junio. Aun así, aseguró que, a su juicio y al del grueso de los responsables de los institutos demoscópicos franceses, esta “desconfianza” no se corresponde con la realidad porque los sistemas electorales en Francia y en Estados Unidos no son equivalentes y porque las encuestas tampoco se elaboran de la misma forma. Pero todo ello son elementos que añaden puntos de interrogación a una jornada marcada como histórica por la disparidad de las ofertas electorales.
Los franceses tendrán que elegir entre la eurófoba Le Pen, el euroescéptico Mélenchon, el tibio Fillon y el entusiasta Macron; entre el proteccionismo de la líder ultraderechista y del izquierdista, el rigor financiero que propone el conservador o la liberalización económica del ex ministro de Economía. La implacable lucha contra la inmigración de la que hace bandera Le Pen, el férreo control que promete Fillon, el continuismo de Macron o la apertura de Mélenchon. Panoramas todos ellos irreconciliables que marcarán el rumbo que tome el país en los próximos años y, en buena medida, afectarán al futuro de la Unión Europea (UE).
Si las elecciones aparecen como imprevisibles, también lo será la política que aplique el futuro presidente. Todas las ofertas que están sobre la mesa se definen como rupturistas en mayor o menor medida, lo que evita tener puntos de referencia en el pasado. Macron apuesta por acabar con los partidos y las prácticas políticas tradicionales, Fillon con las políticas de incremento de la deuda de los últimos años, Le Pen con el sistema en general y Mélenchon con la organización institucional que supone la V República.
Adiós al bipartidismo La primera víctima puede ser el bipartidismo que ha gobernado Francia desde 1965 en una constante alternancia entre la izquierda moderada y el centroderecha. El hundimiento que se anuncia del Partido Socialista, cuyo candidato, Benoît Hamon, puede situarse por debajo del 10 % de los votos, es la principal consecuencia de ese cambio.
Fillon, que representa al otro ala de bipartidismo, tampoco tiene garantizada su presencia en el segundo turno, aunque en las últimas semanas ha recuperado parte del terreno perdido después de que fuera imputado por una presunta malversación de fondos públicos por haber otorgado a su esposa y a sus hijos empleos ficticios de asistentes parlamentarios.
Frente al desgaste de los partidos tradicionales, las presidenciales apuntan la emergencia de nuevas caras. El exministro de Economía Macron, apenas conocido por el gran público hace dos años, parte como favorito para conquistar el Elíseo en todos los sondeos, tras haber creado un movimiento, En Marcha, a contrapié de la práctica política tradicional en Francia. Le Pen, que desde hace años anida en la periferia del sistema, irrumpe más fuerte que nunca y los sondeos le otorgan un récord de votos, aunque insuficientes para ganar la segunda vuelta. - Efe