esta semana se ha celebrado el Día Internacional de la Lengua Materna, como todos los años, el 21 de febrero. Les voy a contar cómo lo he vivido yo, si me lo permiten.

Pero primero un par de párrafos más sustanciosos. Y es que la Directora General de la UNESCO ha aprovechado la ocasión para subrayar la importancia de la diversidad lingüística y el plurilingüismo, especialmente en la educación, con algunas ideas muy potentes y bien expresadas que quiero compartir aquí con ustedes.

Irina Bokova nos ha recordado que “las lenguas reflejan lo que somos y estructuran nuestros pensamientos e identidades. No puede haber un diálogo genuino, ni una cooperación internacional eficaz, sin el respeto de la diversidad lingüística, que abre paso a la comprensión verdadera de cada cultura. El acceso a la diversidad de las lenguas puede estimular la curiosidad y la comprensión mutua de los pueblos. Por esta razón, el aprendizaje de las lenguas es a la vez una promesa de paz, de innovación y de creatividad”.

“Los seres humanos somos seres de lenguaje. Las culturas, las ideas, los sentimientos e incluso las aspiraciones a un mundo mejor se presentan siempre ante nosotros en una lengua precisa, con determinadas palabras. Dichas lenguas conllevan valores y visiones del mundo que enriquecen a la humanidad. El hecho de valorizarlas permite ampliar la variedad de futuros posibles y fortalecer la energía necesaria para lograrlos.”

No teman, no les voy a añadir más doctrina de mi propia cosecha, para eso están los que saben, simplemente les contaré cómo he celebrado yo este día, aportando dos pequeños granitos de arena en ese esfuerzo global.

El caso es que me ha tocado pasar este Día de la Lengua Materna en el Palais des Nations, la sede de las Naciones Unidas en Ginebra. Había información en los pasillos, en banners o banderolas, sobre las lenguas en el mundo. Se nos recordaba que hay en el mundo más de 7.000 lenguas y que el 50% de ellas podría desaparecer en unas pocas generaciones.

Y había un dato que me ha llamado mi atención: en la biblioteca de la ONU en Ginebra se pueden encontrar libros en 132 lenguas.

Picado por la curiosidad me he acercado a la biblioteca a preguntar a mi amiga Rachel, fantástica bibliotecaria encargada de la sección jurídica, si el euskera estaba entre esas 132 lenguas: siendo una de las 50 lenguas más presentes en internet, no tenía dudas de que algo habría en esa selecta y noble histórica biblioteca. Metió algunas claves en el buscador, entresacando en el largo listado de las publicaciones de la sección jurídica y efectivamente había 8 libros en euskera, entre ellos varios editados por el Instituto Pedro Arrupe de la Universidad de Deusto. Me he comprometido a hacerle llegar algunos libros nuevos para aumentar esa presencia de las lenguas menos habladas en la ONU y del euskera en particular.

Mi día de la lengua materna terminó con una clase online para el Washington College of Law, con alumnos de 6 nacionalidades distintas. Empecé la clase, para su sorpresa, saludando en euskera y explicando luego porqué lo hacía ese preciso día (ninguno de ellos sabía de la existencia del día de la lengua materna ni, lógicamente, que se celebrara ese día). A continuación invité a quien hablara alguna lengua distinta al español o inglés a hacer lo propio. Fue mi manera de difundir el mensaje de este día: mi modesto segundo granito de arena para celebrarlo.

Como decía Irina Bokova, “cuanto más sepamos valorizar las lenguas, más herramientas tendremos para construir un futuro digno para todos.”