Berlín - El atentado contra el mercadillo navideño de Berlín ha reavivado en Alemania el controvertido debate sobre la crisis de los refugiados y su gestión por parte de la canciller Angela Merkel, de nuevo presionada por sus socios bávaros y la derecha radical, que la responsabiliza sin pudor de la tragedia. “Llevamos años pronosticándolo. Han dejado entrar a cientos de miles de refugiados sin control. Es la desintegración de Alemania”, clamaba ayer el político ultraderechista Björn Höcke ante una pancarta con la frase Merkel muss weg (Merkel debe irse) junto a la sede de Cancillería.
Höcke, líder en el Land de Turingia de Alternativa para Alemania (AfD) y representante de su ala más dura, había convocado una concentración de protesta a cien metros del edificio, a modo de ceremonia de duelo por los doce muertos del atentado. “Exigimos que se expulse a los delincuentes y terroristas llegados aquí al amparo de Merkel”, proseguía el representante de la derecha radical, en medio de un fuerte despliegue mediático y un par de seguidores asistentes a su convocatoria.
Para Höcke y el vicepresidente del partido, Alexander Gauland, asimismo presente en la concentración, el oficio interconfesional celebrado ayer en la Gedächtniskirche -una emblemática iglesia junto al mercadillo donde ocurrió el ataque el lunes-, al que asistió la plana mayor de la política alemana, fue “una farsa”.
A su propia ceremonia ante la Cancillería asistió un pastor evangélico, que dijo acudir por iniciativa propia, no representando a esa Iglesia, para rendir homenaje a las “víctimas de la barbarie”.
Las pancartas exigiendo que Merkel se vaya se alternaron con otras acusándola de “dictadora” -”por imponer un asilo que atenta contra su deber constitucional de proteger a su pueblo”, según Höcke- o con el otro eslogan característico de la AfD, “Basta ya”.
La líder del partido, Frauke Petry, no acudió a la concentración, pero el martes, cuando aún seguía detenido como único sospechoso del atentado un refugiado paquistaní, afirmó que el ataque había demostrado que Alemania “ya no es segura”.
A la puesta en libertad del primer sospechoso siguió ayer una orden de detención europea contra el tunecino Anis Amri, quien a diferencia del anterior sí estaba bajo observación por presuntos vínculos con Estado Islámico (EI), la red yihadista que ayer reivindicó como propio el atentado.
“El tunecino tenía varias identidades. Qué más pruebas se necesitan para probar la absoluta pérdida de control del Gobierno”, apuntó Petry en su cuenta en Twitter. Las acusaciones de AfD contra Merkel eran previsibles y empezaron la misma noche de la tragedia del mercado navideño, sin esperar a las investigaciones.
Las víctimas del ataque son “muertos de Merkel”, escribió en Twitter el líder de AfD en el Land de Renania del Norte-Westfalia, Marcus Pretzell, el mismo lunes.
“Cada día leemos muchos tuits. No los comentamos. Quien escribe ciertas cosas se descalifica a sí mismo”, respondió ayer el portavoz del Gobierno, Steffen Seibert, a una pregunta sobre estos mensajes durante una comparecencia ante los medios.
Asimismo declinó Seibert valorar las declaraciones de Horst Seehofer, líder de la Unión Socialcristiana de Baviera (CSU), que tras el atentado ha redoblado sus exigencias a la canciller respecto a la política de refugiados. Seehofer lleva meses exigiendo la imposición de un límite a la llegada de refugiados -200.000 peticionarios por año- y apuntó ahora que, de no acceder a ello la canciller, su partido está dispuesto a pasar a la oposición tras las elecciones generales de 2017. La CSU y la Unión Cristianodemócrata (CDU) de Merkel han mantenido durante décadas la práctica de consensuar a sus candidatos a la Cancillería y de no competir entre sí ante las urnas.
La formación bávara es asimismo desde hace décadas el partido hegemónico del Land más tradicionalista y conservador del país.