Washington -El Colegio Electoral, que elige al mandatario estadounidense según los resultados de los comicios presidenciales en cada estado, se reúne hoy para certificar la victoria del republicano Donald Trump, que algunos quieren frustrar in extremis pidiendo a los compromisarios que cambien el voto. Aunque las sorpresas son improbables, ésta será la reunión del Colegio Electoral más tensa que se recuerda, con un grupo alineado con la candidata demócrata, Hillary Clinton, que presionará a los compromisarios de Trump para que den la espalda al magnate.

El sistema electoral estadounidense no garantiza la presidencia al vencedor con la mayoría de votos a nivel nacional (o voto popular), sino que adjudica hasta un total 538 compromisarios equivalentes al número de legisladores federales por cada estado, lo que confiere más peso a estados con mayor número de habitantes, con California y Texas a la cabeza. El Colegio Electoral tiene sus orígenes en los albores de la democracia estadounidense y responde al intento de separar al Congreso de la voluntad del voto popular para elegir al presidente, aunque la solución intermedia fue la creación del proceso por el cual 538 representantes estatales certifican la victoria electoral. El Colegio nunca se ha opuesto al resultado de las elecciones y al hecho de que quien consigue un mínimo de 270 votos electorales se proclama presidente, pero sí ha ocurrido en hasta cinco ocasiones que el candidato que obtuvo el mayor voto popular no obtuvo la mayoría de votos electorales.

Y ha vuelto a ocurrir en estos comicios, en los que Clinton obtuvo cerca de tres millones de votos más que Trump, quien, no obstante, se impuso en los estados decisivos y consiguió 306 votos electorales, los que obligarían a una rebelión sin precedentes de 37 de sus compromisarios. Hasta la fecha solo uno de ellos, Chris Suprun, de Texas, ha dicho que no votará por Trump, mientras que un grupo de compromisarios de Clinton conocidos como los Electores de Hamilton (en honor Alexander Hamilton, quien ideó el sistema) ha prometido no votar por Clinton y apoyar a un republicano más moderado si un número suficiente de republicanos se les suma.

Improbable La estrategia tiene pocas opciones de prosperar. Las delegaciones de electores están compuestas generalmente por incondicionales de los candidatos, que en el caso republicano están unidos por su repulsa a una presidencia de Clinton y en la falta de consenso por una alternativa moderada republicana.

Además, un resultado probable de una rebelión es que nadie conseguiría el mínimo de 270 votos necesarios, lo que dejaría la elección del presidente en manos del Congreso, de mayoría republicana. En toda la historia de la democracia estadounidense solo nueve electores en distintas citas del Colegio Electoral han cambiado su voto o han votado en blanco y pese a las presiones es casi imposible una deserción en masa en el bando de Trump.

Un grupo de famosos de Hollywood realizó un vídeo esta semana para apoyar las demandas de los Electores de Hamilton, en el que aseguraban que el Colegio Electoral tenía como objetivo evitar que alguien sin las “cualificaciones requeridas” llegue a la Casa Blanca. Personalidades como el actor Martin Sheen, animan a los compromisarios republicanos a que no den ese apoyo a un Trump “inestable”, mientras que el jueves el jefe de campaña de Hillary Clinton, John Podesta, volvió a insistir en que las agencias de inteligencia informen a los miembros del Colegio Electoral sobre la interferencia rusa en las elecciones. Pese a que el propio presidente estadounidense, Barack Obama, ha reconocido que los ciberataques rusos no afectaron a los centros de votación o al escrutinio, apuntó directamente al Kremlin como el responsable de filtraciones de comunicaciones privadas del Partido Demócrata que afectaron durante la campaña a la imagen de Clinton e impulsaron las posibilidades de Trump. El presidente electo, que ya ha compuesto el grueso de su gobierno, seguirá las deliberaciones del Colegio Electoral (que comenzarán en Washington poco antes del mediodía) desde su retiro navideño en su resort de Mar-a-Lago en Palm Beach (Florida).

Su quietud en Twitter sobre el asunto del Colegio Electoral hace entrever que el presidente electo no tiene muchas dudas de que no habrá contratiempos y el próximo 20 de enero jurará el cargo y tomará las riendas de Estados Unidos.

Gira de agradecimiento El sábado, Trump cerró su gira de agradecimiento tras su victoria electoral en un modesto estadio de Mobile (Alabama), donde el pasado verano se dio su primer baño de masas ansiosas por un cambio en la política y donde comenzó a consolidarse su camino a la Casa Blanca. “Aquí es donde todo comenzó”, recordó en sus primera palabras en el Ladd-Peebles, el pequeño estadio local donde en agosto de 2015 se congregaron alrededor de 30.000 personas para escucharle tras hacerse con la nominación presidencial republicana.

El Ladd-Peebles se convirtió en un símbolo al convertir en ídolo de masas al aquel entonces candidato republicano que nadie daba como favorito, pero que consiguió atraer a multitudes en estados del sur y del medio oeste del país para finalmente derrotar a la demócrata Clinton en los comicios del 8 de noviembre. El sábado, una multitud algo más modesta, regresó para asistir al último evento del llamado “tour de agradecimiento” del presidente electo, que tomará posesión el 20 de enero. “Los increíbles patriotas de este estadio desafiaron a los analistas, a los comentaristas políticos, y permitieron una victoria histórica para el trabajador y el pueblo estadounidense”, exhortó Trump.

El mandatario electo volvió a ser el orador de campaña que ha intentado dejar atrás después de su victoria electoral, y prometió “drenar la ciénaga” de Washington, un país “seguro de nuevo” y la audiencia le pidió enardecida que construya el muro con México. Volvió a relacionar delincuencia y narcotráfico con la inmigración indocumentada y repitió que construirá un “gran muro para parar la inmigración ilegal de una vez” y sacará “de una maldita vez del país a los terroristas islamistas radicales” y hasta atacó a la primera dama, Michelle Obama. En Albama, un estado en que dijo sentirse como en casa, dijo que este sería su último baño de masas “en un tiempo”.