Rex Tillerson, designado ayer por Donald Trump para ser secretario de Estado de EEUU, es un ejecutivo cuya experiencia en política exterior se limita a sus negocios como jefe de la petrolera ExxonMobil, y cuyos lazos con Rusia auguran un acercamiento a Moscú que cambiaría el panorama geopolítico mundial.

Si recibe el visto bueno del Senado, Tillerson sería el primer titular de Exteriores de la historia moderna de EEUU que accede al cargo sin ninguna experiencia previa en el sector público, algo que no tiene precedentes al menos en el último siglo.

Su selección encaja con la tendencia de Trump a elegir para su gabinete a multimillonarios con bagaje empresarial pero sin tablas en las políticas públicas, aunque sorprende a quienes esperaban que el presidente electo complementara su propia falta de experiencia en política exterior con un conocedor del mundo diplomático. Tillerson, de 64 años, ha convencido a Trump por su fama de hábil negociador y gestor, además de por las relaciones que ha entablado con líderes de todo el mundo como presidente de la principal petrolera estadounidense.

La más notable de esas relaciones es la que mantiene desde hace más de dos décadas con el presidente ruso, Vladimir Putin, quien en 2013 le condecoró con la Orden de la Amistad del país.

Tillerson “ha pasado más tiempo interactuando con Vladimir Putin que probablemente ningún otro estadounidense, con la excepción de (el ex secretario de Estado) Henry Kissinger”, dijo alguien que le conoce bien, el presidente del Centro de Estudios Internacionales y Estratégicos (CSIS), John Hamre, al diario The Wall Street Journal.

Trump confirma así que perseguirá sin ambages su voluntad de acercarse a Moscú, al poner su política exterior en manos de dos consejeros que comparten esa visión: Tillerson y su asesor de seguridad nacional, el general retirado Michael Flynn.

Tillerson, que dirige ExxonMobile desde 2006, firmó en 2011 un acuerdo con la petrolera estatal rusa, Rosneft, para explorar conjuntamente unos valiosos recursos en el Ártico.

Pero esa lucrativa alianza quedó congelada por las sanciones impuestas por EEUU cuando Rusia se anexionó en 2014 la península ucraniana de Crimea, y Tillerson ha criticado esas restricciones que, de convertirse en secretario de Estado, estarían en sus manos.

Con abundantes cabellos blancos, pobladas cejas oscuras y un marcado acento texano, Tillerson es un hombre con carisma que se ha mantenido fiel durante toda su carrera a la empresa que ahora lidera, en la que ingresó por primera vez en 1975 como ingeniero civil y de la que planeaba retirarse en 2017, al cumplir 65 años. Esa compañía ha desarrollado su propia “política exterior independiente”, dedicada a “promover un mundo afín a la producción de petróleo y gas natural”, según Steve Coll, autor del libro sobre la petrolera Private Empire: ExxonMobil and American Power (2012).

“Trump está entregando el Departamento de Estado a un hombre que ha trabajado toda su vida dirigiendo un seudo-Estado paralelo, para el beneficio de sus accionistas, estableciendo relaciones con líderes extranjeros que podían ajustarse o no a los intereses del Gobierno de EEUU”, escribió Coll en la revista The New Yorker. En 2011, por ejemplo, Tillerson contradijo la política oficial de EE.UU. al firmar un acuerdo con la región iraquí del Kurdistán, y lo hizo sin informar previamente al Departamento de Estado.

Bajo su dirección, la petrolera sucumbió también a las tensiones políticas en Venezuela, un país que abandonó después de que el presidente Hugo Chávez nacionalizara el sector petrolero en 2007 y al que Tillerson demandó ante un tribunal de arbitraje hasta que en 2014 logró una compensación de 1.600 millones de dólares. Consultados por el diario The New York Times, algunos de quienes han trabajado con Tillerson le describieron como un líder fuerte que disfruta con dar órdenes y tener la última palabra en las decisiones, un perfil que podría no ajustarse demasiado al cargo de secretario de Estado, que siempre está a merced del presidente.

Considerado el vigésimo quinto hombre más poderoso del mundo por la revista Forbes, Tillerson es un defensor del libre comercio, algo que podría chocar con el proteccionismo de Trump, y durante las primarias republicanas apoyó a un aspirante más moderado, Jeb Bush.

Casado y con cuatro hijos, Tillerson también parece ser más progresista que Trump en lo que se refiere al cambio climático, un problema que ha reconocido como causado por la actividad humana, aunque sin dejar de defender el consumo de combustibles fósiles.

Nacido en 1952 en Wichita Falls (Texas), Tillerson es hijo de un administrador de los Boy Scouts y a menudo recita lemas de esa organización, que él llegó a presidir entre 2010 y 2012, un periodo en el que permitió por primera vez que los jóvenes abiertamente homosexuales se unieran a sus filas. Su proceso de confirmación en el Senado promete ser contencioso no solo por sus lazos con Rusia, sino por los 151 millones de dólares que posee en acciones de ExxonMobil, a las que probablemente tendría que renunciar si llega al cargo para ajustarse a las reglas éticas del Departamento de Estado.