nueva york - El presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, se reúne entre ayer y hoy con varios aspirantes a ocupar la Secretaría de Estado, un puesto clave que ha reabierto las fracturas dentro del Partido Republicano. La posibilidad de que el cargo termine en manos de Mitt Romney, que durante la campaña fue uno de los mayores críticos de Trump dentro del partido, ha revolucionado a los fieles del magnate neoyorquino y ha vuelto a exponer la fractura entre ellos y la clase dirigente republicana.
Varios de los colaboradores más cercanos de Trump, liderados por su exdirectora de campaña Kellyanne Conway, no han tenido reparos en cuestionar públicamente la opción de Romney durante los últimos días. “La gente se siente traicionada al pensar que se le dé a Romney, quien hizo todo lo posible por cuestionar el carácter, la inteligencia y la integridad de Trump, el puesto más importante del gabinete”, dijo Conway este domingo en una entrevista. Conway, una de las figuras más influyentes dentro del equipo de transición, repitió en varias apariciones en televisión ese mensaje, que también ha sido expresado por otros republicanos próximos a Trump como el expresidente de la Cámara de Representantes Newt Gingrich y el exgobernador de Arkansas Mike Huckabee. Según el canal MSNBC, que cita a dos fuentes cercanas al presidente electo, Trump está “furioso” por las declaraciones de Conway y dentro de su equipo hay un “creciente temor” a que la asesora esté “impulsando su propia agenda”. Trump escenificó la paz con Romney el pasado 19 de noviembre, con una reunión después de la cual su equipo dijo públicamente que el exgobernador de Massachusetts -que fue aspirante republicano a la Casa Blanca en 2012- estaba siendo considerado para el puesto de secretario de Estado.
Dar a Romney esa importante cartera supondría un claro guiño al establishment republicano por parte de Trump, que durante la campaña quemó muchos puentes con varias figuras de su partido. Mientras tanto, sus fieles defienden que el jefe de la diplomacia sea alguien cercano al presidente electo, como el exalcalde de Nueva York Rudolph Giuliani, cuyas opciones se han ido debilitando en los últimos días en medio de dudas sobre sus negocios en el extranjero.
El choque entre las dos facciones abre también la puerta a otros aspirantes, entre los que destacan el general retirado y exdirector de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) David Petraeus y el senador Bob Corker, que preside el comité de Relaciones Exteriores del Senado. Trump se vio ayer con Petraeus, una figura envuelta aún en la polémica tras ser condenado por filtrar información secreta a su biógrafa, con la que mantenía una relación sentimental. El general de cuatro estrellas, exjefe del Mando Central de las Fuerzas Armadas y excomandante en Irak y Afganistán, admitió su culpabilidad en 2015, tras haber dimitido de su cargo al frente de la CIA en 2012 cuando el FBI comenzó a investigar su relación extramatrimonial.
El presidente electo se reunirá hoy con Corker, otro nombre que ha sonado desde un principio como posible miembro del Gobierno, mientras que otro militar retirado, el general John Kelly, aparece también en las quinielas.
Jason Miller, portavoz del equipo de transición de Trump, explicó sobre el encuentro de hoy con Romney que será una oportunidad para que los dos pasen algo más de tiempo juntos, dado que hasta ahora no han tenido mucho contacto.
En otro frente, Donald Trump ha sostenido que además de imponerse en el Colegio Electoral “de forma abrumadora” en las elecciones presidenciales, también habría ganado en votos si se hubieran restado los millones de votos que votaron de forma “ilegal”. La rival demócrata de Trump, Hillary Clinton, cuenta con una ventaja de más de dos millones de votos sobre Trump en voto global, pero el sistema electoral estadounidense dio la victoria al republicano.