parís - Para los parisinos, el paso del tiempo ha sido su mejor aliado. Especialmente en varios de los locales atacados durante la noche de los atentados que se esfuerzan por volver a la normalidad.

La noche del 13 de noviembre de 2015 el cielo de París estaba despejado, el pronóstico era estable y, a pesar del frío, las terrazas en los restaurantes estaban repletas de gente. Pero apenas entraba la noche cuando una lluvia de balas cayó sobre seis establecimientos y segó la vida de 39 personas.

En el bar Le Carillon y, cruzando la calle, en Le Petit Cambodge, 15 personas fueron asesinadas esa noche por los terroristas. Ubicados en plena intimidad de París, donde rara vez llegan oleadas de turistas, para algunos, los ataques movieron la fibra más sensible de los parisinos y les unieron en fraternidad.

cotidianeidad Chahrem, de 35 años y original de Argelia, visita casi devotamente Le Carillon “todas las semanas”. Para él, “la vida continúa, lo malo pasó y hay que seguir”, aunque admite que “ha pasado mucho tiempo” antes de que la gente vuelva a visitar el bar. Sobre cómo ha cambiado el barrio, asegura que “ahora hay más fraternidad, la gente está más unida y hay menos egoísmo”.

Poco a poco, la cotidianeidad ha vuelto a las terrazas, los clientes charlan de nuevo, bajo el amarillo de las estufas y cerveza en mano. Desde el exterior las risas se cuelan, de cuando en cuando, en las conversaciones. Pero el recuerdo de aquellos que estuvieron y de quienes se enteraron luego sigue presente.

A sólo minutos de la plaza de la República, el restaurante italiano Casa Nostra todavía se levanta. Doce meses después “todos los que trabajaron esa noche ya no están, los dueños han cambiado a los empleados”, revela una de las trabajadoras. “Ahora está bien, se va llenando, pero la gente ya casi no se sienta afuera”, añade.

locales sin ‘heridas’ El 13 de noviembre todas las mesas de la terraza estaban llenas; en el Casa Nostra y, justo en frente, en el Bonne Biére, cinco personas perecieron esa noche. Se cambiaron las ventanas rotas y las marcas de bala desaparecieron con las remodelaciones, pero en las tertulias de los clientes aún se perciben cuchicheos de lo ocurrido.

A 10 minutos de allí, el restaurante Belle Équipe y el bar Comptoir Voltaire, locales de un pequeño barrio judío en el distrito XI, fueron los últimos escenarios de los ataques de esa noche. En el primero, 19 personas perdieron la vida, en el segundo, uno de los atacantes fue abatido por la policía.

El Belle Équipe tiene aún fresco el recuerdo. No quedan marcas físicas de los atentados y las personas ya no dejan flores en la acera. Sin embargo, al cumplirse el aniversario de los atentados es difícil despegarse de los recuerdos.

La floristería Monceau Fleurs había cerrado horas antes cuando se produjo el tiroteo en el Comptoir Voltaire, pero un año después la atmósfera sigue siendo diferente. Una de las empleadas explica que ahora “pasan muchos policías y se ven muchos soldados patrullando por aquí todos los días” y a la tienda “vienen menos clientes”.

Un proceso de aceptación y superación que tardará. Las terrazas de París representan uno de los sellos más emblemáticos, no sólo del turismo, sino también del día a día de la capital francesa. Los traumas del 13-N siguen en gran medida vivos en los recuerdos de la ciudad. Una lucha que los parisinos han asumido de la mano del tiempo. - Efe