washington - Las largas colas marcaron las elecciones de ayer en Estados Unidos en una jornada en la que los norteamericanos mostraron su división ya que se movilizaron masivamente más para que no ganara el rival que para apoyar a su candidato. En la jornada electoral, Trump no dejó ni un momento de hacer de Trump, dejando caer la sospecha de fraude electoral, desde la apertura de los centros de votación. “Quiero ver que todo esto sea honesto” señaló el magnate cuando fue a votar.
Ya hay relevo en la Casa Blanca pero su Presidencia no va a ser todo los cómoda que los indicadores macroeconómicos parecen indicar. Y es que estos se han convertido en el cristal de un escaparate al que muchos ciudadanos miran desde fuera. La economía es el punto de mayor interés para los norteamericanos y la política fiscal es uno de los mayores retos con los que se encuentra el nuevo liderazgo del país. Más o menos impuestos, esa es la cuestión. Para ello es fundamental reconocer o rechazar que Estados Unidos esta dejando atrás la crisis económica mundial, a la que vuelven los países emergentes y en la que vive permanentemente atrapada la ortodoxa Unión Europea.
Los americanos más conservadores, seguidores de Trump, se muestran negacionistas con la recuperación. Mientras que entre los demócratas reina la esperanza, en la América más tradicional hablan de situación “desastrosa” de la economía.
¿Cuánto va a crecer la economía de EEUU, ahora con una nueva familia en la Casa Blanca? Los americanos demócratas se conforman con un 2%, mientras que para los republicanos, menos de un 4% sería inaceptable.
La nueva persona más poderosa del mundo, ahora al mando del país, se encuentra a unos Estados Unidos menos unidos que antes de una dura campaña que ha logrado romper en dos mitades las conciencias y visiones ciudadanas. En la campaña en la que los obreros se hicieron republicanos, unir las expectativas de unos y otros va a ser una dura tarea.
Trump les prometió unos fuertes aranceles para proteger a las grandes empresas que están despidiendo a miles de trabajadores. El magnate y su nueva teoría liberalproteccionista ha creado una expectativa muy difícil de cumplir. Los demócratas basaron su oferta en el continuismo económico. Ahora habrá que convencer a unos y otros de que será necesario tomar medidas que no contenten a nadie. La receta de Clinton era la inversión pública en infraestructuras, una especie de Plan Marshall hacia dentro. Medio país es favorable a la bajada de impuestos y el otro medio a subirlos.
El papel del Estado es el recurrente debate de la economía capitalista. Los republicanos quieren un estado testimonial y una economía desregularizada, criticando con dureza el plan de estímulos que ha venido desarrollando durante el mandato de Barack Obama. Con unas clases medias muy tocadas por la crisis, el timón de la economía es uno de los mayores retos que lleva aparejada la victoria electoral de estas elecciones presidenciales.
La inmigración Pero si la economía ha cavado trincheras entre los norteamericanos, no lo es menos la inmigración. El debate sobre la política migratoria se ha visto enturbiado por los comentarios racistas del republicano. Ahora, 11 millones de inmigrantes sin papeles esperan que la Casa Blanca se pronuncie sobre su futuro. Con un peso electoral en aumento, la minoría (mayoritaria) hispana necesita una rápida respuesta.
Atrás quedaron las consignas, los muros, las frases dulzonas para atrapar el voto. Ya es el turno de los hechos. Y es que ya han sufrido demasiadas decepciones por parte de ambos partidos.
Ni siquiera Obama cumplió su promesa. Y aunque mejoró la situación aplazó tanto la legalización de todos estos inmigrantes que cuando lo iban a hacer carecía del necesario apoyo parlamentario.
Clinton ha vuelto a entonar la misma canción que llevó a Obama a la presidencia, pero las reticencias sobre su cumplimiento eran tan grandes que muchos votos demócratas no fueron por las propuestas de Clinton sino por el miedo a Trump. En los próximos meses sabremos el futuro de estos 11 millones de personas. Pero antes es necesario curar las heridas producidas por las frases subidas de tono de los republicanos y por la incredulidad de los demócratas.
El peligro de tomar decisiones en esta materia es que cada medida tomada por la presidencia del país será examinada con lupa por el americano blanco y conservador, en él ha calado el lema lepenista de “los americanos, primero”.
Política exterior En cuanto a política exterior, la situación tampoco es nada agradable. Estados Unidos sigue manchado en guerras y conflictos a miles de kilómetros de sus fronteras en unas causas muy confusas para la población. Es tan difícil de entender que muchos militares se declararon insumisos cuando la intervención en Siria parecía inminente. Se negaban a dar sus vidas para ayudar a los que derribaron las Torres Gemelas. Además, el enfrentamiento con Rusia va camino de una nueva Guerra Fría.
Trump situó al terrorismo yihadista como prioridad señalando que para acabar con los terroristas es imprescindible la contribución de Moscú. Clinton acusó a los rusos de ciberataques y de estar detrás de la divulgación de sus polémicos correos electrónicos en los que, junto a los líderes del Partido Demócrata, boicotearon a Bernie Sanders en las elecciones primarias. Clinton, artífice desde la Secretaría de Estado de la guerra de Libia, que dejó al país todavía peor, apuesta ahora en Siria por la misma estrategia: crear una zona de exclusión aérea, pese a que los expertos le han advertido de que eso significaría, esta vez, una guerra con Rusia.En cambio con Irán sucede lo contrario, republicanos en contra del acuerdo nuclear y demócratas a favor de él. La política exterior, la única en la que el consenso es imprescindible, tampoco será nexo de unión entre ambos bandos. Con una excepción, la situación entre israelíes y palestinos, ante la que ambos han mantenido un perfil bajo, sin promesas que saben no van a poder cumplir. Y el poder de los judíos en Estados Unidos es muy grande.
El caso de Cuba es asunto tanto de política exterior como interior. Y no solo por la extensa colonia cubana de Miami, sino porque ya hay empresas norteamericanas con intereses en la isla. El rifirafe electoral en el que republicanos quieren echar atrás los acuerdos y los demócratas en ampliarlos se topa a partir de hoy con la realidad de muchos negocios en marcha.
cambio climático Tampoco habrá consenso en cuanto al cambio climático. Los republicanos apuestan por salirse de los acuerdos del Clima adoptados en París por la administración Obama. Incluso quieren renunciar a los pagos acordados con instancias internacionales, como Naciones Unidas, para combatir el cambio climático. Sin llegar al negacionismo ambiental, los republicanos consideran el dinero destinado a paliar los efectos de la contaminación como un gasto y no una inversión.
La campaña ha dejado una profunda división y políticas antagónicas a limar y consensuar durante los próximos cuatro años.