washington - Cuando los estadounidenses vayan a votar el próximo martes, una buena parte de la decisión estará ya tomada: este año el interés electoral es tan grande, que a finales de esta semana se calcula que aproximadamente un tercio de la población habrá votado utilizando el sistema de votación anticipada que se ofrece en 33 de los 50 estados norteamericanos.

Si nos guiamos por las personas que ya han acudido a votar, la elección está ya ganada para Hillary Clinton, pues la encuestas a pie de urna indican que lleva una ventaja del 16%, algo prácticamente insuperable para su rival Donald Trump, por mucho que los últimos sondeos pongan a ambos a la par.

Es cierto que los simpatizantes del Partido Demócrata acostumbran a votar antes de la fecha, pero en este año se suma a favor de Clinton el hecho de que hay millones de nuevos ciudadanos de origen hispano con derecho a voto, y es muy improbable que entre ellos haya simpatías por Trump, un hombre que lanzó su campaña diciendo que los inmigrantes mejicanos “violan, matan, trafican con drogas y quizá algunos sean buenas personas”.

Y este no es el único obstáculo a que Trump se enfrenta: los jóvenes en general favorecen a los demócratas y en este año el grupo mayor de votantes es el formado por los “milenarios”, que empieza hacia 1980 e incluye a los votantes que nacieron a partir de ahí.

Es un panorama que nos ayuda a poner en perspectiva el repunte de Trump en los últimos días, después de haberse divulgado que el FBI ha reabierto la investigación en torno a los correos electrónicos enviados y recibidos por Hillary Clinton cuando ocupaba el cargo de secretaria de Estado sin respetar las normas de seguridad. De acuerdo a algunas encuestas, el polémico candidato republicano a la Casa Blanca, Donald Trump, no solo ha recuperado la desventaja que llevaba frente a su rival política, sino que incluso va por delante.

Pero Trump tiene otro problema mayor: lo que se conoce como la “muralla azul”, es decir, la que forman los estados norteamericanos que habitualmente votaron en favor del candidato demócrata en las últimas seis elecciones presidenciales. Es muy importante porque la Casa Blanca no la gana el candidato que más votos directos cosecha durante la campaña, sino quien alcanza los 270 “votos electorales” que se reparten entre los 50 estados estadounidenses. Es decir, que cada estado tiene un número determinado de votos electorales, acorde a la cantidad de sus habitantes y basta ganar por un solo voto en un estado para que el candidato se haga con la totalidad de estos votos electorales de dicho estado.

El color azul de la muralla se deriva de que en Estados Unidos, al revés que en muchos otros países, el rojo es el color de los conservadores y el azul de los progresistas. Esta muralla azul tiene nada menos que 242 de los 270 necesarios para ganar, lo que no es una victoria automática pues aún le faltan 28 para la mayoría absoluta, pero es un punto de partida mucho más ventajoso que el republicano, que no tiene “muralla roja” alguna.

Basta mirar el panorama electoral para comprender la ventaja de mentalidad de Clinton: las dos costas, donde vive más población, favorecen a los demócratas, de forma que estados como California y Nueva York están firmemente en su bando y ellos dos solos ya cuentan con 84 votos (55 California y 29 NY). Texas acostumbra a votar republicano, pero sus 34 votos quedan cortos frente a los otros dos, mientras que la Florida, que con 29 votos cuenta tantos como Nueva York, cambia de signo regularmente y ambos candidatos luchan para ganar ese estado.

Las grandes extensiones agrícolas del centro del país favorecen a los republicanos, pero estados como Kansas apenan suman 3 millones de habitantes a pesar de sus 213.000 kilómetros cuadrados, las dos Dakotas no superan los 800.000 cada una y Alaska, a pesar de sus 1.72 millones de km2, tiene poco más de 700.000. El resultado es que Kansas tiene solo 6 votos, Alaska y las Dakotas del norte y del sur tienen 3 cada uno. Y otro tanto sucede con el resto del país.

En estos momentos, las proyecciones más favorables al magnate neoyorquino dan a Clinton 259 votos, lo que no alcanza la cota de 270, pero mucho más lejos queda Trump, con tan solo 164. Trump se agarra todavía a la esperanza de que, debido al enorme interés despertado por estos comicios, probablemente la participación será más alta que nunca y así podrá compensar la ventaja que Clinton le lleva por ahora. Entre tanto, la población no se prepara solo para votar, sino que la noche electoral ha de ser todo un espectáculo: en casas particulares se organizan cenas y veladas para seguir los resultados e incluso salas grandes de cine suspenden su programación para ofrecer el espectáculo de este nuevo circo con acrobacias políticas.