Economía. Ha prometido hacer crecer la economía al 4% “o más”. Asegura que el principal problema es el excesivo peso del Gobierno a la hora de regular la actividad empresarial. Planea bajar los impuestos y “cancelar miles de millones de pagos a los programas de cambio climático de la ONU”. Quiere devolver el impulso a los sectores minero y siderúrgico en estados afectados por la reconversión industrial y la globalización.
Política exterior. Su candidatura ha generado inquietud, desde una Latinoamérica indignada por sus comentarios sobre los inmigrantes, a un Oriente Medio preocupado por su retórica contra los musulmanes, pasando por unos aliados tradicionales en Asia oriental, que temen que EEUU los deje a su suerte ante la pujanza de China. Ha elogiado a Putin, con el argumento de que la batalla contra él debe ser prioridad absoluta. En cambio, China ha sido uno de los principales blancos de sus ataques y ha prometido imponer presión por sus prácticas comerciales.
Inmigración. Trump plantea la política migratoria como un asunto de seguridad nacional y terrorismo. Planea expulsar a los indocumentados, eliminar la ciudadanía a los hijos de extranjeros nacidos en EEUU, reducir los niveles de asilo e implementar un bloqueo total a la entrada de musulmanes.
Washington - El polémico magnate Donald Trump puede presumir de casi todo, menos de una cosa: experiencia previa en un cargo político. En ese terreno, Trump bien podría asemejarse a un concursante de The Apprentice (El aprendiz), el popular programa que le lanzó al estrellato televisivo al grito de “¡Estás despedido!”. De hecho, el aspirante presidencial, que ejercía en ese espacio de juez implacable ante la destreza empresarial de jóvenes aprendices que aspiraban a un suculento contrato anual para dirigir una de sus compañías, abomina a la clase política.
“Yo no soy un político. Los políticos hablan y no actúan. Yo soy lo contrario”, subrayó Trump hace casi un año, tras postularse a la Casa Blanca con un controvertido discurso en el que llamó “violadores” a los inmigrantes mexicanos. El pasado abril, el impulsivo multimillonario reconoció que sólo ha “sido un político durante un tiempo muy corto”, y está en proceso de “aprendizaje”. “Lo que realmente he sido es un empresario exitoso durante mucho tiempo”, matizó Trump, conocido por su autoestima sin límites. Tanto es así, que en 1995 publicó en The New York Times un artículo titulado, sin empacho alguno, Lo que mi ego quiere, mi ego lo consigue, filosofía que ha impulsado su meteórico e inesperado ascenso a la nominación presidencial del Partido Republicano.
Antes de competir por la Casa Blanca con una campaña plagada de insultos que ha sabido capitalizar el enojo de muchos votantes con la clase política de Washington, Trump era ya en EEUU toda una celebridad con una biografía digna de un guión de Hollywood. Nacido en 1946, en el neoyorquino barrio de Queens, Trump es el cuarto de los cinco hijos de Fred Trump, constructor de origen alemán, y Mary MacLeod, ama de casa de procedencia escocesa. Tan rebelde era ya desde niño, que su padre tuvo que sacarlo a los 13 años de la escuela, donde agredió a un maestro, e internarlo en la Academia Militar de Nueva York.
Al parecer, el pequeño Donald “era un bocazas matón” aficionado a “decir palabrotas a todo volumen”, según el doctor Steve Nachtigall, de 66 años, quien padeció sus travesuras. Trump se graduó en 1964 en la academia, donde alcanzó el rango de capitán e incluso vislumbró su destino: “Un día, yo seré muy famoso”, le comentó al cadete Jeff Ortenau.
En 1968, el magnate se licenció en Economía en la Escuela Wharton de la Universidad de Pensilvania, y se convirtió en el favorito para suceder a su padre al frente de la empresa familiar, Elisabeth Trump & Son, dedicada a edificios de alquiler de clase media en los barrios neoyorquinos de Brooklyn, Queens y Staten Island. Trump se hizo en 1971 con las riendas de la compañía, rebautizada como The Trump Organization, y se mudó a la glamurosa Manhattan a la caza de una fama que llegó a base de proyectos pomposos, autobombo, verdades a medias y una relación borrascosa con la prensa.
El osado empresario empezó a cimentar su fama con deslumbrantes obras en Manhattan, como la Torre Trump, un lujoso rascacielos de 58 pisos con una cascada interior en plena Quinta Avenida desde el que, por cierto, lanzó su campaña presidencial. El magnate ha levantado un imperio que incluye hoteles, campos de golf y casinos, un negocio este último que ha incurrido en cuatro bancarrotas pese al “éxito” del que alardea Trump. Según Forbes, el multimillonario posee una fortuna de 4.500 millones de dólares. También se ha lucrado en el mundo del espectáculo no sólo con El aprendiz, -que le valió una estrella en el Paseo de la Fama de Hollywood-, sino con la aparición en muchas películas y la propiedad de concursos como Miss Universo. Ahora, afronta un reto “a lo grande”, como a él gusta: equilibrar su ego con un mensaje que acabe de seducir al electorado y lograr las llaves de la Casa Blanca.