El candidato republicano a la Casa Blanca, Donald Trump, logró pausar la hemorragia en su campaña con una actuación eficaz en el debate del domingo, pero las dudas volvieron a brotar ayer en la cúpula de su partido, en una señal de que la balanza electoral sigue inclinada a favor de Hillary Clinton. El presidente de la Cámara de Representantes de EEUU, el republicano Paul Ryan, dijo que ya no defenderá a Trump ni hará campaña con él antes de las elecciones del 8 de noviembre, y se centrará en apoyar a los congresistas conservadores que se juegan el asiento en las legislativas que se celebrarán el mismo día.

Las palabras de Ryan, el republicano de mayor rango en Estados Unidos, llegan después de que este fin de semana ya cancelara un acto de campaña con el candidato presidencial debido a los comentarios denigrantes sobre las mujeres que el magnate hizo en 2005, revelados en un vídeo filtrado a la prensa. “Todos tienen que hacer lo que sea mejor para ustedes en sus distritos”, aconsejó Ryan, según varios medios estadounidenses, durante una conversación telefónica con varios congresistas republicanos que temen que la candidatura de Trump tenga un efecto negativo en sus propias posibilidades de reelección en noviembre.

Trump no tardó en responder en su cuenta oficial de Twitter, en la que aseguró que Ryan “debería pasar más tiempo dedicado a equilibrar el presupuesto, crear empleos y a la inmigración ilegal en lugar de malgastarlo luchando contra el candidato republicano”. Jason Miller, el principal asesor de comunicación de Trump, aseguró en otro tuit que la conversación de Ryan con congresistas “no cambia nada”, porque la campaña del magnate “siempre ha estado impulsada por un movimiento de votantes de base, no por Washington” y su elite política.

Pese a distanciarse del magnate, Ryan no llegó a retirar su apoyo oficial a Trump, como sí han hecho muchos republicanos del Congreso y nombres históricos del partido después de que se desatara el escándalo por sus comentarios sobre las mujeres en el vídeo. El círculo de Trump confiaba en detener esa fuga de apoyos con el debate de este domingo en San Luis (Misuri). “Los republicanos que quieren cortar con él lo tienen ahora más difícil”, aseguró ayer un importante aliado de Trump, el expresidente de la Cámara de Representantes Newt Gingrich, al diario The Washington Post. Para el analista político Aaron Kall, director de debates en la Universidad de Michigan, la “solvente” actuación de Trump en el encuentro “le ayudó a corto plazo”, pero no es probable que cambie demasiado las cosas en las encuestas, en las que Clinton le saca más de cinco puntos de ventaja. Trump “tenía que calmar a sus votantes para que no le abandonaran, tenía que mantenerlos contentos”, explicó Kall a Efe, pero “no hizo todo lo que debería para conectar con nuevos votantes, como las mujeres, los hispanos o los afroamericanos”, que serán imprescindibles para él si quiere ganar en noviembre.

Lo mismo opina John Hudak, experto en estudios de Gobierno en el centro de investigaciones Brookings: “Puede que Trump no perdiera votantes anoche, pero hizo poco para afectar las decisiones de la gente que hasta ahora no ha querido comprometerse con él”, escribió Hudak en la página web de Brookings. Según Kall, si “nada gordo” ocurre este mes, “algo que esté fuera de su control”, como un gran acontecimiento internacional o una “calamidad económica” que pueda impulsar las opciones de Trump, todo apunta a que “Clinton prevalecerá” en las elecciones.

El último debate, que se celebrará el 19 de octubre en Las Vegas, puede ser decisivo al menos en un aspecto: es más que probable que haya finalmente preguntas sobre inmigración, un tema que ha brillado por su ausencia en los dos primeros encuentros. “Trump básicamente necesita conquistar a entre el 20% y el 30% de la población hispana o no tiene ninguna opción de ganar” en noviembre, una tarea difícil dado que “toda su campaña se ha basado en la construcción de un muro” en la frontera con México.