Bilbao- Tras la victoria del no en el referéndum sobre el acuerdo de paz entre el Gobierno colombiano y las FARC, se abre un nuevo proceso de diálogo con un tercer protagonista: Álvaro Uribe. El embajador sudamericano ante la Santa Sede, Guillermo León Escobar, analiza el escenario que se abre ahora en el país.

¿Sorprendido por el resultado del referéndum?

-Sí, yo me esperaba un 70-30 a favor del sí. Sin embargo, hay una cosa importante: a partir de ayer en la noche (por el domingo), en Colombia no se discute el qué, se discute el cómo.

Es decir, que la paz no está en discusión, sino el fondo del acuerdo...

-El fondo del acuerdo y de las 297 páginas que tiene el documento. De estas, hay que discutir siete u ocho que tienen que ver con la justicia transicional, qué va a pasar con el tema de los delitos y las penas; la financiación de las personas que se integran o se reintegran a la vida productiva del país, ya que algunos sectores dicen que eso va a costarle muchísimo al tesoro nacional; y un tercer punto que es el de la representación política. El presidente Santos dio un ejemplo enorme de coherencia política, porque él no tenía obligación de convocar un plebiscito. De hecho, algunos se preguntan hoy ¿por qué se midió a la sanción popular?’.

Parece arriesgado.

-Sí, pero en política, cuando se cierra una puerta, se abren cien. Una de ellas es que hay un país que quiere contar con la decisión popular, así esa decisión popular haya sido adversa al sí por una mínima cantidad de votos. Otra, que Colombia está unida en la voluntad de paz y estamos dispuestos a entrar en un proceso de discusión. El presidente ha dicho que el país permanecerá unido y que continuará el cese bilateral del fuego. El jefe de la guerrilla ha dicho: “Nosotros seguiremos utilizando la palabra como única arma y continuaremos con el cese bilateral del fuego”. Y los que ganaron con el no dicen: “Es necesario seguir buscando consensos”. Es en ese momento cuando el país se ha encontrado a sí mismo en la diferencia.

¿Cómo será el proceso que empieza ahora entre el Gobierno, las FARC y Uribe?

-El presidente Santos evidenció al menos tres veces que quería un acercamiento con el grupo del Centro Democrático -de Uribe-. Llama la atención que todos los partidos y partiditos políticos estaban con el sí y que el único partido que estaba con el no era el Partido del Centro Demócratico. En todos esos casos tanto Álvaro Uribe como su gente dijeron no nos sentamos, no aceptamos. Ahora, con el resultado popular, cuando ya se ve que es un país dividido en dos porciones iguales, cada quien sabe que si no peleamos juntos nos van a colgar por separado. El consenso es la única verdad posible.

En caso de un nuevo acuerdo, ¿habrá otro referéndum?

-No creo, porque será un acuerdo entre el Centro Democrático y aquellos que votaron por el no, porque no todos son del Centro Democrático, y las gentes que votaron por el sí, el Gobierno y grandes grupos de sociedad civil. La paz ya ha comenzado en Colombia. Inicialmente, reconozco que sentí el golpe anoche, pero uno sabe que hay salidas.

¿Cómo analiza la campaña? ¿Fue tan buena la de Uribe? ¿Falló el Gobierno?

-Esa es la parte en la que hay que hacer un gran análisis. Nosotros, en Colombia, hemos tenido solo dos plebiscitos y los dos han sido sobre la paz. Santos se arriesgó y lleva sus dos gobiernos metido en este problema, sacar la paz adelante y convencer al país de que es necesario no matarse, sino construir razones para la convivencia. En un pueblo muy acostumbrado, históricamente, a resolver los problemas por la vía directa, convencer a un 50% de votantes de que hay que conversar, que hay que ir por la vía de la pacificación, es una tarea muy dura. También es necesario convencer al grupo de Uribe, internamente, de que hay que llegar a un gran acuerdo nacional, que en este caso no sería de dos, sino de tres. De manera que se volvió muy interesante la situación en Colombia.

Desde luego, va a resultar sorprendente ver a Uribe y a las FARC dialogando.

-Al final los extremos se tocan. También es interesante ver quiénes se acercaron al voto del no y quienes se acercaron al voto del sí. Allá donde la guerra golpeó a la gente masivamente el triunfo del sí fue increíble. En Bojayá, donde hubo la gran masacre por la que las FARC pidieron perdón hace unos días, el 97% votó por el sí. Hijos de las víctimas, padres de las víctimas dijeron sí. De todo el país, solamente hay un pueblo golpeado por la guerra en la provincia del Caquetá donde triunfó el no.

El voto urbano, en cambio, fue por el no.

-En las grandes ciudades, donde una guerrilla rural difícilmente entró, la gente dijo no. Los unos piden la paz porque han sentido el dolor y la pena, los otros dicen no porque no están al nivel del sentir, sino del presentir de que algo viene que ellos desconocen y no quieren estar sometidos al costo de la paz, porque la paz es muy costosa, menos que la guerra, sí, pero es muy costosa porque te hace invertir en cosas durables, en cambio la guerra exige una inversión inmediata para la destrucción. El problema en las zonas urbanas no es la paz, sino la seguridad. Nos pesa el ejemplo de El Salvado, donde la paz produjo más muertes que la propia guerra. Pero Santos está decidido a crear una buena paz.

¿Hay miedo entonces a la inseguridad que puedan provocar los desmovilizados?

-Hay un hecho y es que indudablemente, se dice, el desmovilizado trae inseguridad. Pero hay que ir despacio, porque si uno mira las ondas migratorias en Europa es lo mismo. Cuando se dice que el migrante trae inseguridad, la inseguridad no la trae solamente el que llega, sino el que no quiere que llegue.

El que no permite que se integre...

-Al excluirlo genera inseguridad.

¿Qué prevé el documento de 297 páginas para la inserción de los desmovilizados en la sociedad?

-El subversivo debe dejar las armas, debe dejar los uniformes e integrarse en la vida civil mediante un proceso que se configure en la zonas de reposo, de transición, en donde realmente habrá que crear polos de desarrollo. El guerrillero que se desmoviliza, ¿qué va a hacer? Hay que enseñarle a trabajar. Pero no solo al subversivo, sino también al soldado que es dado de licenciamiento porque ya no se necesita un ejército tan grande, a él también hay que reeducarlo. Las escuelas de artes y oficios y todas estas de formación profesional tienen que dar lo mejor de sí para crear posibilidades de empleo. Eso es muy costoso. La justicia puede ser transicional, pero el empleo tiene que se definitivo. Colombia tiene que acostumbrarse a que no puede seguir viviendo en una quinta parte del país, que tenemos cuatro quintas partes sin tocar, sin explotar y que es preciso crear biotecnologías, saber trabajar con la biodiversidad, crear procesos correctivos de la minería, que en estos momentos comienza a ser un problema la minería ilegal.

Es un proyecto muy ambicioso.

-Para rehacer 60 años de guerra se necesitan 100 años de paz.