Dover - La localidad de Dover, puerto de entrada al Reino Unido desde el continente europeo, es una de las más favorables al Brexit en Inglaterra, a pesar del temor a que la ruptura con Bruselas pueda trasladar a sus costas los campamentos de inmigrantes que actualmente están en Calais (Francia).

A la sombra de sus célebres acantilados blancos, la ciudad del condado de Kent, con cerca de 30.000 habitantes, ha registrado en los últimos meses diversos choques violentos entre grupos de ultraderecha y extrema izquierda, y se ha convertido en un símbolo del enconado debate sobre la inmigración en el Reino Unido. El Gobierno británico, consciente de que la llegada de extranjeros es uno de los asuntos que más preocupa en el sureste del país, alerta de que abandonar la Unión Europea (UE) podría obligar a ubicar de nuevo los controles fronterizos portuarios en suelo británico, lo que facilitaría la llegada de inmigrantes irregulares desde Francia.

Esa amenaza no ha contrarrestado sin embargo el discurso antieuropeo de los partidarios del Brexit, que insisten en los supuestos problemas que causan en el sistema de salud y el mercado laboral los inmigrantes comunitarios que llegan al país de forma legal.

El mensaje euroescéptico ha calado especialmente en esta zona costera, uno de los bastiones del populista Partido por la Independencia del Reino Unido (UKIP), que en las últimas elecciones generales, en mayo de 2015, atrajo a casi cuatro millones de votantes.

En Dover, cerca del 97 % de la población se declara blanca en el censo electoral, en contraste con Londres, una ciudad con ocho millones de habitantes en la que el 44 % pertenece a una minoría étnica. En las calles de esta localidad portuaria, a 34 kilómetros de Calais en línea recta a través del Canal de la Mancha, se detectan pocos carteles relacionados con la campaña del Brexit, ya sea a favor o en contra de la UE, aunque abundan en ventanas y coches las banderas inglesas.

Resulta sencillo conversar con personas que aseguran que votarán por abandonar el bloque comunitario en el referéndum del jueves y que sostienen que el país debe retomar el control de sus fronteras, uno de los mantras que ha repetido la campaña del Brexit en los últimos meses.

“No podemos dejar que nos siga gobernando Alemania”, sostiene Ben, un trabajador de la limpieza que se refugia de la lluvia bajo el toldo de una tienda de alimentación dedicada a los productos polacos. “Esto no tiene nada que ver con el racismo. Ningún país se puede permitir que llegue gente de fuera sin ningún control. Tenemos que poner algún límite”, dice Alex Crick, un trabajador del puerto, mientras apura una pinta en un pub decorado con hileras de banderas de los países europeos con motivo de la Eurocopa. Laura Stern, joven dependienta de unos grandes almacenes, asegura en cambio que votará por seguir en la UE: “Creo que los dos bandos exageran. La inmigración es un problema, pero las consecuencias económicas del Brexit tampoco serían buenas para nosotros”, comenta. Según una encuesta en un diario local, el 57 % de los habitantes del condado inglés votarán el jueves por salir de la UE, un porcentaje superior al que muestran los sondeos en el conjunto del país. En el último año, las noticias sobre inmigrantes ilegales y refugiados que tratan de alcanzar el Reino Unido escondidos en camiones de mercancías a través del puerto de Dover o el eurotúnel se han solapado con la campaña del Brexit, que ha enfatizado los supuestos aspectos negativos de la llegada de inmigrantes comunitarios. - G.Ximenis