Nueva Orleáns (EEUU). Una década después de que el huracán Katrina arrasara buena parte del este de Nueva Orleáns, la ciudad sigue hoy en pleno proceso de reconstrucción con la mirada puesta en el comercio exterior y en las inversiones extranjeras, en especial las procedentes de la Unión Europea (UE).
"Después del Katrina nos hemos tenido que reinventar. (El desastre) ha generado muchas oportunidades de negocio en una ciudad en la que antes del huracán era difícil encontrar trabajo", dijo la vicepresidenta del centro de convenciones y turismo de la ciudad, Kim Priez.
En la actualidad más de 70 empresas europeas, entre ellas de Alemania, Francia, Reino Unido, Bélgica, Luxemburgo, Holanda o España, entre otros países de la UE y de sectores como el químico, el petroquímico, el alimentario o la ingeniería, se han instalado en esta ciudad del sureño estado de Luisiana.
Considerado como "el peor desastre natural de la historia de Estados Unidos" por la Agencia Federal de Gestión de Emergencias (FEMA), el huracán Katrina causó a finales de agosto de 2005 la muerte de 1.833 personas y el desplazamiento de casi un millón de habitantes, al perder sus propiedades.
Para la reconstrucción de esta ciudad de ahora algo más de 100.000 habitantes y su aglomeración urbana (1,3 millones), esa agencia federal ha gastado hasta el momento 131.000 millones de dólares, mientras que las aseguradoras pagaron a los damnificados del Katrina 40.000 millones de dólares, aunque unas 100.000 personas han decidido no volver por carecer de medios económicos para reconstruir sus propiedades.
La ciudad, construida entre el río Misisipi que cruza EEUU de norte a sur y el lago Pontchartrain, se inundó en 2005 casi por completo al romperse los diques de ese lago por los fuertes vientos originados por el Katrina.
Según datos de la oficina de estadísticas laborales de EEUU, la ciudad ha recuperado desde 2011 más del 80 % de los trabajos en el sector privado, además de ser donde se crea hasta un 64 % más de empresas per capita que en el resto de la nación.
"Muchos europeos han invertido en Nueva Orleáns, especialmente del Reino Unido, Francia o Alemania, sobre todo en el sector de la energía", dijo el director ejecutivo del World Trade Center de esta ciudad, Dominik Knoll.
En los últimos años la región ha diversificado su economía y creado empleos en biociencia, medios digitales, medioambiente, energía, comercio internacional, manufactura avanzada y turismo, así como en el área portuaria, entre otros.
"Estamos a favor del libre comercio. Vemos los beneficios que para los consumidores representan acuerdos como el TPP (de Asociación Transpacífico), el alcanzado con Colombia o el futuro TTIP" entre la UE y Estados Unidos, señaló Kristi App, ejecutiva de la empresa de logística de transporte J.W Allen.
Añadió que hay estudios que indican que "en cinco años se prevé duplicar el comercio con los países con los que (EEUU) tiene acuerdos de libre comercio", a la vez que señaló que se apunta también a lograr a través del futuro TTIP un mejor acceso a los mercados europeos, así como mejorar la facilitación del comercio y reducir las barreras no comerciales.
"Estamos centrando nuestros esfuerzos en promover los productos que tenemos. El mercado de la UE es de muy difícil acceso para nosotros, sobre todo por las barreras no comerciales, como son los requisitos" que se piden a las empresas, subrayó por su parte el presidente de políticas de comercio del World Trade Center de Nueva Orleáns, Edward Hayes.
Agregó que de concluirse el pacto de libre comercio que negocian Bruselas y Washington, se espera que haya un incremento en las exportaciones estadounidenses de alimentos procesados, incluyendo mariscos, un sector destacado en la región del golfo de México.
El empresario marisquero Cholin Delaune, propietario de Tommy's, una procesadora de gambas, ostras y cangrejos, señaló por su parte que la conclusión de ese acuerdo "me permitirá colocar mis productos en el mercado europeo", a la vez que afirmó que muchas empresas estadounidenses buscan aumentar los estándares y certificados sanitarios al mismo nivel que en la UE.
"Estamos muy interesados en el etiquetado y en la trazabilidad porque beneficia a nuestras empresas", señaló Delaune, que también subrayó su oposición a los transgénicos (OGM), prohibidos en la UE y uno de los puntos más difíciles de la negociación transatlántica.
Delaune señaló que en su empresa "no queremos productos adulterados. Los transgénicos son vistos de manera negativa, y no queremos que se nos asocie con ellos, sino con la calidad de los productos".
Estados Unidos produce el 10 % de las gambas que consume, un producto para el que Washington eliminó las líneas tarifarias hace 20 años, e importa ese marisco principalmente de India, Tailandia, Malasia, Vietnam, Ecuador y México, señaló el empresario.