La Habana - El Gobierno de Colombia y las FARC firmaron ayer en La Habana un trascendental acuerdo para la reparación a más de seis millones de víctimas, con el que se quiere cerrar las heridas abiertas por medio siglo de conflicto armado y aproxima el horizonte de la paz para el país. Los jefes de las dos delegaciones consideraron el acuerdo como uno de los más importantes logrados en más de tres años de diálogo de paz en La Habana, ya que las víctimas son el “centro de gravedad” del proceso, a las que ahora se garantiza un “sistema integral” de verdad, justicia, reparación y no repetición.
El jefe negociador del Gobierno, Humberto de la Calle, resaltó que este acuerdo garantiza “en la mayor medida posible” los derechos de todas las víctimas y cierra la puerta a nuevas víctimas: “las víctimas del futuro, las que no vendrán”. “No se pondrá en marcha un esquema de persecución y venganza. No habrá cacería de brujas. Pero tampoco habrá espacio para la impunidad”, subrayó De la Calle; quien destacó el logro de la jurisdicción especial para la paz, basada en el reconocimiento de la responsabilidad, el aporte de la verdad plena y el compromiso de la reparación.
Aunque habrá una amnistía “lo más amplia posible” para delitos políticos, no quedarán impunes los crímenes de guerra y lesa humanidad cometidos tanto por guerrilleros como por agentes del Estado; quienes si cumplen los requisitos de reconocimiento y verdad serán sancionados a una “restricción efectiva de libertades y derechos”, pero no penas de cárcel.
Preferimos Trabajar con el rival De la Calle no especificó de qué manera se cumplirá con esa restricción de la libertad, aunque aclaró que habrá un “mecanismo de monitoreo idóneo según las particularidades de cada caso”. “No nos interesa aplaudir la entrada en la cárcel de nuestro adversario en esta prologada guerra. (...) Preferimos trabajar con ellos a partir de acuerdos de convivencia, reconstruyendo la sociedad y la patria en territorios especiales de paz, en los que el compromiso sea con la Colombia del futuro”, indicó sobre este asunto el jefe negociador y número dos de la insurgencia, Luciano Marín Arango.
Marín Arango, alias Iván Márquez, insistió en que la “justicia restaurativa será la mejor fórmula para alcanzar la recuperación de la moral social, de depurar las costumbres políticas y sembrar la posibilidad de un bienestar general” en el país.
Ambos pronunciaron sendos discursos en el acto formal, presidido por el canciller cubano Bruno Rodríguez, y que contó con la presencia de una representación de diez víctimas del conflicto armado, quienes en un comunicado conjunto reiteraron que serán “veedores atentos del estricto cumplimiento” de ese nuevo acuerdo. “Celebramos que se haya encontrado el camino para reconocernos después de tantas décadas de impunidad”, leyó la periodista Jineth Bedoya en nombre del grupo, que viajó ayer a la capital cubana para participar en la rúbrica de este convenio.
La ceremonia se inició con un minuto de silencio en memoria de las víctimas del conflicto colombiano y posteriormente el violinista cubano José Luis Rubio interpretó el Ave María de Franz Schubert.
El Gobierno y la guerrilla discutían desde hace un año y medio sobre el punto referido a las víctimas, tiempo en el que recibieron a 60 representantes de estas víctimas para ofrecer a la mesa de negociaciones testimonio del drama humano que se esconde tras décadas de guerra.
Los cincuenta años de confrontación armada en Colombia han dejado 6,5 millones de víctimas, entre ellas 5,7 millones de desplazados, 220.000 muertos, 25.000 desaparecidos y 27.000 secuestrados, según datos del Centro de Memoria Histórica de Colombia.
Con la firma de este acuerdo, las partes cierran un importante capítulo del proceso de paz y, después de un receso navideño, volverán al trabajo en enero con el reto empezar a articular el fin del conflicto, negociaciones que conllevan complejos asuntos como el alto el fuego bilateral y definitivo y la entrega de las armas. Estos temas son debatidos desde hace varios meses por una subcomisión técnica, integrada por altos mandos militares de los dos bandos; con el objetivo de llevar a la mesa propuestas concretas para llegar al fin del conflicto.