MOSCÚ. Turquía, que tampoco podrá exportar sal, cubre más de un tercio de las importaciones rusas de tomate (300.000 toneladas en los primeros diez meses) y en torno al 20 por ciento en el caso de los cítricos (255.000 toneladas).

Entre las verduras figuran además los pepinos, cebollas, coles de bruselas y brécol, pero no el pimiento, un producto escaso en el invierno ruso.

La lista de sanciones incluye también algunas partes de carne de pollo y pavo congelados.

Aunque el Gobierno ruso ha dicho que otros países, como China, Egipto, Marruecos o Argentina, pueden cubrir las exportaciones turcas, las sanciones han tenido un alcance menor de lo que se esperaba en un primer momento.

El decreto gubernamental también suspende la vigencia de acuerdos comerciales y económicos, pero no menciona proyectos conjuntos de inversión como el tendido del gasoducto Turkish Stream o la construcción de la primera central nuclear turca de Akkuyu.

Lo que sí se sabe es que las compañías turcas que participan en la construcción de estadios y otras infraestructuras relacionadas con el Mundial de Fútbol de Rusia 2018 podrán seguir operando en este país.

Otras medidas están dirigidas al sector turístico, como es el caso de la implantación del régimen de visados para los turcos y la suspensión de los vuelos chárter a partir del próximo 1 de enero.

La agencia estatal de turismo estima en unos 10.000 millones de dólares el perjuicio anual para Ankara debido a la pérdida del mercado ruso, ya que unos 4,4 millones de turistas procedentes de este país descansan anualmente en Turquía.

Además, el Ejecutivo ruso publicará antes del próximo 10 de diciembre dos listas: una con las empresas rusas que podrán contratar trabajadores turcos y otra con las compañías turcas que no podrán operar en el mercado ruso o lo harán de manera restringida.

Turquía es el quinto socio comercial de Rusia, con un volumen de intercambios de más de 18.000 millones de dólares anuales, por lo que algunos analistas han advertido de que la economía rusa, que se encuentra en plena recesión, también saldrá perdiendo.

El presidente ruso, Vladímir Putin, acusó ayer a Turquía de derribar el Su-24 para garantizar la seguridad de los suministros de petróleo procedente del grupo terrorista Estado Islámico.

"Tenemos todos los motivos para suponer que la decisión de derribar el avión fue dictada por el deseo de garantizar la seguridad de las vías de suministro de petróleo al territorio de Turquía", dijo Putin durante la Cumbre del Clima en París.

En respuesta, el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, prometió dimitir si se demuestra la acusación del jefe del Kremlin, que declinó reunirse con él en la capital francesa por negarse a disculparse formalmente por el incidente.