No acabo de salir del la sensación de shock y aturdimiento que producen hechos como los de París. Toda conculcación del derecho a la vida y a la integridad física o psíquica requiere condena, repulsa y expresión de la repugnancia que se siente por hechos como éstos. Las víctimas de estos hechos tienen derecho a verdad, justicia, reparación y no discriminación.

En los apartados de verdad y justicia, se debe esclarecer quienes son los autores materiales, quienes son los autores intelectuales y qué causas les llevaron a cometer tales hechos. Todo ello con el fin de que ambas categorías de autores respondan ante la justicia y para que del análisis de las causas se puedan derivar conclusiones que nos lleven a las necesarias garantías de no repetición.

Sin que esto aminore para nada la condena y la repulsa, debemos recordar, a modo contextual, que hechos muy similares ocurren todos los días en Siria y en otros puntos del globo, a menudo a manos de los mismos perpetradores, y en otras ocasiones a manos de otros. Esas víctimas también tienen el derecho a la verdad, a la justicia y a la reparación.

Poco después del atentado contra Charlie Hebdo, que me produjo exactamente la misma repulsa e indignación que siento ahora, se produjo la matanza de estudiantes en la universidad en Kenia. A muy pocas personas en Europa nos importó aquello. Como desgraciadamente cabe esperar más hechos como el de Kenia en lugares igualmente alejados, espero que cuando se produzcan sepamos expresar la misma indignación que siento y sentimos ahora.En la propia Francia empiezan a producirse noticias como que Hollande ha calificado el atentado como un acto de guerra. Políticos como Laurent Wauquiez están diciendo que habría que “internar a 4000 personas”. Todo ello me recuerda al ambiente inmediatamente posterior al 11 de septiembre de 2001, que llevó a la guerra en Afganistán primero y a la guerra en Irak después. Esa última guerra a su vez nos ha llevado a la actual situación de Irak y Siria, donde el Ejército Islámico crece y prospera, al igual que otros grupos afines y contrarios. En Siria además se da la situación que el grupo contrario de hoy es el grupo afín de mañana. Todos, con nuestras cuotas de responsabilidad alícuotas, debemos reflexionar. Quiero pensar que si tuviéramos una ciudadanía más crítica, no estaríamos en una situación tan mala.

Reitero, para los maniqueos de guardia, que nada de esto hace que condene menos, o que sienta menos repugnancia. La repugnancia no debe, sin embargo, cerrarnos los ojos a lo que ocurre a nuestro alrededor.El autor es activista de derechos humanos