Bilbao - En este aspecto Jesús Nuñez Villaverde, codirector del Instituto de Estudios sobre Conflictos y Acción Humanitaria (IECAH), analiza cuáles ha sido la posturas y medidas que han tomado EEUU y sus aliados, así como si han obtenido el resultado deseado.
¿Cómo está reaccionando Occidente ante la amenaza del yihadismo?
-La respuesta está siendo la repetición de un error cometido en muchas ocasiones: la activación exclusivamente de una estrategia militar. Ante el autoproclamado califato de Daesh del Estado Islámico (EI) en parte Siria e Irak, EEUU ha respondido formando una colación internacional que comenzó los ataques aéreos el pasado 28 de agosto de 2014. Y a esa coalición se han ido añadiendo más países, tanto árabes como occidentales. Pero, en base a experiencias anteriores, como la invasión estadounidense de Afganistán en 2001 o la de Irak en 2003, cabe pensar que cosecharán los mismos resultados negativos.
¿Y de qué manera se obtendrían unos resultados positivos?
-Los yihadistas son una amenaza muy real: tienen la capacidad y la voluntad para matar en muchos lugares. No digo que no sea necesaria una respuesta militar ante la amenaza que supone el yihadismo, pero sí quiero enfatizar que si no hay otras respuestas que lo acompañen y resuelvan las causas estructurales que generan este caldo de cultivo perfecto para que emerjan esta clase de terrorismos, estaremos tropezando una vez más con la misma piedra.
¿Cuáles serían esas causas estructurales a las que se refiere?
-Hay que partir de la idea de que Occidente somos corresponsables de la creación de un escenario estructuralmente inestable por diversas razones. Una de ellas es que tras la experiencia de la colonización se crearon una serie de países artificiales que han obligado a vivir juntos a colectivos y a personas que no tienen ningún deseo de vivir en común. Eso, obviamente, genera inestabilidad y tensiones que tienden a derivar en estallidos de violencia por luchas por el poder. Y al mismo tiempo también somos corresponsables por haber puesto precisamente en el poder a dirigentes que en ningún momento han pensado en el desarrollo y el bienestar en la población, sino simplemente su propio beneficio. Por ello, aunque estos países gocen de múltiples recursos naturales, de ellos solo se benefician las élites, mientras que el resto de la población vive excluida y explotada. Esto también ha ayudado a crear una situación en la que el autoritarismo, el totalitarismo y la represión se han convertido en rasgos fundamentales de gestionar estos países, con la consiguiente crítica y frustración que ello conlleva para estas sociedades.
¿Y en cuanto a los causas estructurales del sistema internacional?
-En este aspecto, el problema radica en la manera selectiva que se hace uso del derecho internacional. Es decir, cuando algunos países violan el derecho internacional invadiendo el territorio soberano de otros son castigados de manera muy directa, como en la Operación Tormenta del Desierto cuando Irak invade Kuwait. Sin embargo, cuando otros países, como Israel, invaden territorio soberano de países vecinos, esa violación del derecho internacional no trae ninguna consecuencia y los yihadistas se aprovechan: justifican sus acciones violentas como una manera de hacer frente a la injusticia internacional.
¿Cuáles serían las medidas concretas que propone para resolver estos problema estructurales?
-No hay una fórmula mágica. Hay que tomar conciencia de los errores cometidos para no volver a repetirlos y a partir de ahí trabajar para crear condiciones de vida digna para las personas que viven en esos países con gobiernos legítimos y representatitvos. Un elemento fundamental es la educación y hay que apostar por ella. Pero no tiene efecto de un día para otro, sino que es un ejercicio de gota a gota que necesita tiempo para cambiar mentalidades y capacidades de actuación. Otra es generar sociedad civil madura y autónoma, capaz de movilizarse y presionar a los poderes públicos para que adopten otro tipo de medidas. Al final, todo consiste en hacerles ver que más allá del yihadismo tienen alternativas y eso es lo que tenemos que ofrecerles, porque mediante la respuesta militar puede que se gane tiempo, pero en ningún caso se resolverá el problema real.
¿Y los yihadistas pertenecientes a los países occidentales?
-Obviamente, hay que pensar que esas personas representan una amenaza clara. Es difícil ponerle cifras, porque solo hay estimaciones, pero es innegable que en las filas de Daesh hay ciudadanos de países occidentales. En todos los casos no son individuos identificados con la ideología yihadista: hay gente que sencillamente se apuntan a aventuras extremas y ven que ahí pueden desarrollarlas. Otros lo hacen simplemente por cuestiones económicas, ya que Daesh paga mejor que otros grupos yihadistas. Y por último, estarían aquellos individuos que sí que se sienten identificados con esa ideología.
¿Cómo pueden ser identificados?
-Sobre todo cuando atraviesan fronteras internacionales. Estas son las huellas que hay que seguir. El problema fundamental es su regreso, porque vuelven con experiencia de combate, pero debido a las nuevas tecnologías no es necesario que vayan a sitios de combate para ser instruidos.