Fue elegido para tapar un hueco. Lo suyo era provisional, como un andamio para tratar de reparar un partido que se descomponía tras la dimisión de un Samaras derrotado. Lleva dos meses en el cargo y en ese tiempo ha sido en verdadero sostén parlamentario de Tsipras en plena revuelta izquierdista. Enterró la visceral oposición a Syriza de su antecesor. Una maniobra que le ha llevado a unir al maltrecho partido tras su figura y a mostrarse ante los griego como un hombre capaz de dirigir un país.

Meimarakis ha roto la distancia entre los políticos profesionales y la gente de la calle. Habla como ellos.

La popularidad de este abogado ateniense de 52 años ha subido de una forma impredecible. Tanto es así que las últimas encuestas le otorgan la misma popularidad que Tsipras e incluso mayor, según algún que otro sondeo. Ministro del gabinete derrotado de Samaras, se ha pasado toda la campaña pidiendo a Syriza un gobierno fuerte entre ambos. Y eso que hace pocos meses su partido, Nueva Democracia, negaba a la formación de Tsipras el pan y la sal. Un giro radical en su política que parece haber calado entre los griegos situándole al mismo nivel del hasta ahora político-estrella Tsipras. Meimarakis podría llegar hoy al Olimpo si los griegos apuestan por él.