damasco - "La gente se está muriendo de hambre en Siria", grita Manar al reclamar ayuda internacional, consciente de que sus palabras están cayendo en saco roto. "Unos primos de mi cuñada -que también está en Euskadi- han salido de Yarmuk (el campo de refugiados palestino bloqueado por el régimen de Al Asad). Han estado encerrados siete meses y, al tener dinero, porque teniendo dinero aún puedes hacer algo, han podido comer algunas cosas. El kilo de arroz, por ejemplo, estaba a siete euros, pan no había nada, el kilo de lentejas, a cinco euros. Comían dos cucharadas al día para dejar comer a los niños", ilustra.
Al salir de Yarmuk, cuenta Manar, el régimen ha capturado a dos hijos de su cuñada y a un yerno. Y no es la primera vez que esta mujer sufre una pérdida así: "Hace un año le mataron a un hijo y a otro yerno".
Estas situaciones son comunes en la Siria de los últimos años, la Siria de la guerra. Su familia vive a 18 kilómetros de Damasco, "camino de Jordania", y muchas veces recorrer esa distancia se convierte en un imposible. "Hay controles por todas partes, estás horas para llegar a Damasco. A mi sobrina la echaron del trabajo porque no pudo ir un día y no te preguntan ¿qué ha pasado? Ni tienen contemplaciones. Ahora está buscando trabajo", relata.
Manar siente mucho miedo por sus sobrinos jóvenes. Cuatro de sus hermanos han logrado llegar al Estado español con sus respectivas familias, pero aún quedan en Siria otros siete. Su madre falleció el año pasado. "La gente está huyendo del país, pero ¿dónde van a ir 23 millones de personas?", se pregunta. Europa ha blindado sus fronteras a los refugiados sirios, que se reparten en su mayoría entre Jordania, Turquía, Irak, Líbano, Egipto e, incluso, Libia, desde donde tratan de alcanzar las costas italianas. Pero muchos están recorriendo en los últimos meses cientos de kilómetros más para llegar a Marruecos para cruzar al Estado español, incluso por Ceuta y Melilla. - M. Martínez