lA novela de Gustavo Bolívar y la adaptación televisiva posterior son uno de los mejores exponentes de cómo la mujer colombiana ha sido tratada como un mero objeto sexual al servicio de los poderosos. Según Marina Gallego "también ellas, esas mujeres operadas para gustar a los narcos, son víctimas, porque su fama y su riqueza es efímera. Cuatro años, no más. No han aprendido a saber envejecer".

Camuflados y a veces en connivencia con las estructuras militares, las regulares y las ilegales, se ha ido construyendo un grupo armado paralelo que ha sido quien mejor ha presentado a la mujer con la única función de satisfacer a los varones. Una imagen que a fuerza de ser repetida se ha extendido a muchos niveles sociales que nada tienen que ver con las lujosas mansiones, las avionetas privadas y las fiestas exageradas de los señores de la droga y sus destacados sicarios.