la clase política, toda, de Colombia está preocupada. Y tiene motivos. Las últimas encuestas son coincidentes. En las elecciones presidenciales previstas para el 25 de mayo, esta opción gana a cualquiera de los candidatos. Una tendencia que se ha ido consolidando. Si en noviembre la fima Gallup auguraba un 30% para el voto en blanco y un 27% para Juan Manuel Santos, la última realizada esta misma semana por Cifras y Conceptos prevé un 31% de voto en blanco y apenas un 26% para el actual presidente. Muy por detrás aparecen el resto de candidatos: Oscar Iván Zuloaga (el delfín de Álvaro Uribe), con un 7%, y los izquierdistas Antonio Navarro (Los verdes) y Clara López (Polo Democrático Alternativo) que rozan el 5%.

Colombia otorga al voto en blanco una especial relevancia que, a diferencia de otros sistemas de sufragio universal, tiene claros efectos prácticos. De acuerdo con las sentencia de la Corte Constitucional en 2011, "el voto en blanco es una expresión política de disentimiento, abstención o inconformidad, con efectos políticos" y agrega que "el voto en blanco constituye una valiosa expresión del disenso a través del cual se promueve la protección de la libertad del elector. Como consecuencia de este reconocimiento la Constitución le adscribe una incidencia decisiva en procesos electorales orientados a proveer cargos unipersonales y de corporaciones públicas de elección popular". Traducido: si el voto en blanco supera el 50%, habrá que repetir las elecciones y se abriría una grave crisis política en un momento crucial para cerrar décadas de violencia.

¿Por qué tanto voto en blanco? Es difícil conocerlo porque los grandes medios de comunicación prefieren pasar de puntillas sobre tan inquietante dato, pero se trata de una protesta que comenzó a funcionar en las redes sociales y que está cosechando a la vista de las encuestas un notable éxito. Hartazgo ante una clase política con la mitad de los representantes de la cámara citados a declarar por casos relacionados por corrupción. O sea, como en Valencia pero corregido y aumentado.

Ni los buenos resultados de las cifras macroeconómicas (crecimiento del 5% del PIB en el último trimestre de 2013) han conseguido frenar esta oleada que amenaza con poner patas arriba la república.