kabul. Una niña de diez años fue detenida por la Policía después de confesar que su hermano, un comandante talibán, le ordenó llevar a cabo un ataque suicida contra un puesto de control en el sur de Afganistán, informó ayer una fuente oficial.
La menor, de nombre Spogmai, se entregó voluntariamente a las fuerzas de seguridad del puesto contra el que iba a atentar en el distrito de Khanishin, en la provincia de Helmand, de acuerdo con un comunicado remitido por el Ministerio de Interior afgano.
Tras su detención, Spogmai dio una rueda de prensa en la ciudad de Lashkargah en la que explicó que su hermano le colocó un chaleco cargado de explosivos para que atentase contra el puesto policial, pero cuando ella empezó a "gritar y llorar", su hermano se lo retiró y escapó. Según el Ministerio del Interior, la pequeña iba a inmolarse frente a una comisaría de Policía de la provincia afgana de Helmand. Sin embargo, no supo qué botón pulsar para detonar los explosivos y los agentes lograron detenerla a tiempo.
"Como me daba miedo la reacción de mi padre -simpatizante de los talibanes-, acudí a la Policía en vez de ir a casa", dijo la niña, según recoge la agencia local AIP.
La menor aseguró que todos en su familia son seguidores de los talibanes y que su hermano llegó incluso a retener y asesinar a un soldado afgano en casa. Los talibanes siempre han negado el uso de menores en atentados suicidas.
Sin embargo, el pasado mes de marzo, también en Helmand, dos niños murieron y otros seis resultaron heridos por la detonación de un chaleco cargado de explosivos durante unas lecciones en una madraza sobre su manejo y fabricación.
En el año 2011 se produjeron además varios casos en los que menores de edad llevaron a cabo atentados suicidas tanto en Afganistán como en las zonas de Pakistán próximas a la frontera.
En concreto, en agosto de ese año, un adolescente hizo estallar la carga explosiva que llevaba adosada durante el rezo islámico en un templo situado en la zona de Jamrud, en las afueras de la ciudad paquistaní de Peshawar. Dos meses antes, una niña de ocho años murió al explotar la bomba que transportaba en una bolsa cuando se dirigía a depositarla en un puesto de policía en la provincia de Uruzgán, en el sur de Afganistán.
Por otro lado, las autoridades afganas reiteraron su intención de liberar a decenas de presos detenidos en la cárcel de Bragam, incluidos 88 reclusos considerados peligrosos por Estados Unidos, a pesar de la reciente visita al país de un grupo de senadores norteamericanos para tratar precisamente esta cuestión. Washington asegura que son responsables de herir o matar a 57 afganos y 60 militares extranjeros y que deben ser juzgados. Por su parte, la junta que revisa las excarcelaciones insistió ayer en que no hay pruebas suficientes para mantenerlos entre rejas.