Johannesburgo. Los africanos acompañan del baile todas sus grandes ocasiones, tristes y alegres, y Soweto, el gueto negro por excelencia de la Sudáfrica del apartheid, bailó ayer una vez más por Nelson Mandela, su vecino más ilustre. La calle de Vilakazi amanecía ayer nublada y llena de bullicio, tras conocerse el viernes, minutos antes de la medianoche en Sudáfrica, la muerte, a sus 95 años, del emblemático expresidente.

Si no más numerosos, los habituales grupos de turistas parecían más activos, y residentes del barrio peregrinaban ante el número 8115, donde Madiba -como conocen los sudafricanos al padre de la nación- vivió desde 1946 a 1962. "Vivo aquí cerca, en la calle de al lado, y he venido hoy aquí porque es un día especial", explica Nokuzola Tschabalala, que ha llevado a conocer el barrio a sus compañeros de trabajo. "Es un gran hombre para nosotros y hoy es un día triste para Sudáfrica", asegura Tschabalala.

El sol sale en Soweto a media mañana, el día se calienta y con él el ambiente, de la mano de cientos de militantes y simpatizantes del gubernamental Congreso Nacional Africano (CNA), el partido que un día lideró Mandela y que aún gobierna en el país. Vestidos con sus camisetas amarillas, los activistas bailan en círculo y cantan viejas canciones de la lucha contra el régimen racista del apartheid.

Desde los márgenes del círculo les miran y fotografían turistas y vecinos del barrio, que ya han dejado escritos en los murales de la pared del 8115 sus mensajes de condolencias en memoria del fallecido héroe sudafricano. "Es un icono del país y de los sudafricanos. Lo echaremos mucho de menos", comenta Straton Nell, que ha venido a la antigua casa de Mandela invitado por unos amigos. El espacio pronto se le queda pequeño al grupo del CNA, que se desplaza a lo largo de la calle al ritmo de los mismos himnos.

Niños y adultos Lo encabezan los niños, que bailan y cantan con la misma pasión que los adultos, y se les suma igual de festivo un grupo de jubiladas de la Liga de Mujeres del CNA. Además de un homenaje a Nelson Mandela, el despliegue parece una demostración de fuerza del partido, que aspira a ser reelegido en el poder en 2014 y ha colgado de las farolas grandes banderolas corporativas. Pero el reconocimiento público hacia Madiba trasciende ampliamente el color político, y el de la piel.

"Este debe ser un momento para unirnos como país, como consiguió que hiciéramos Nelson Mandela", señala Andy Coetzee, afrikáner (población descendiente de los colonos centroeuropeos), activista cultural y empresario del ocio que opera en Soweto.

Coetzee no esconde su ilusión ante lo que considera "una oportunidad para volver a acercarnos", y se pone "el primero" a disposición del empeño que en su día consiguió el ex presidente sudafricano, que recibió el premio Nobel de la Paz en 1993 junto al también exmandatario blanco Frederik W. de Klerk por esos esfuerzos. A su lado, vendedores de camisetas y pañuelos con la cara de Mandela y de objetos típicos africanos buscan hacer buen negocio con los aparcacoches y los dueños de los restaurantes de la zona, que son quienes se benefician más directamente de la popularidad mundial del héroe.

Mientras Coetzee habla, niños y adultos dejan la huella de sus manos y firman en dos murales colocados junto al muro rojo de la antigua casa de Nelson Mandela, que un día vivió las penalidades a que estaban condenados los negros y hoy es uno de los lugares más turísticos de la nueva Sudáfrica.