Bilbao. Marisa no es una víctima ni una superviviente. Es una mujer que ha sufrido malos tratos durante 23 años, que ha superado una situación durísima y que ahora se define como una persona que puede hacer y decir lo que quiera, que sigue creciendo y que es "más feliz que nunca".
Marisa (nombre ficticio) contó ayer a la diputada de Acción Social de Bizkaia, Pilar Ardanza, su experiencia -los largos años en los que sufrió violencia física y psíquica a manos de su exmarido-, los pasos que ha dado y la ayuda que ha recibido para salir de esa situación.
Han pasado ocho años desde que Marisa tomó la decisión y la iniciativa para intentar acabar con la violencia que vivía en su casa y seis desde que logró separase de su maltratador, pero dice que aún recuerda la primera noche que pudo dormir con tranquilidad y sin miedo. Esta mujer hace un relato emotivo y estremecedor de los numerosos gestos de humillación, anulación y violencia que padeció, pero su mensaje es que "cualquiera puede salir". "A unas nos costará más que a otras -dijo-, pero se sale". Aconseja a las mujeres que "a la mínima denuncien", porque ella no supo en su día con qué medios de apoyo podía contar y eso dificultó el proceso. "Cualquiera a la que en un momento de su vida le levantan la mano, si en algún momento le prohiben maquillarse, ponerse cierto tipo de ropa, incluso si le dicen lo que tiene que comer..., les aconsejo que hablen, que alcen la voz, que salgan a la calle y ante todo, que se presenten en el juzgado, que lo denuncien, que vayan a las asistentas sociales. Que no permitan ni una mano, ni tan siquiera un grito, porque nadie merece que le falten al respeto. Deben hacerlo, en primer lugar por ellas, y si tienen hijos, por los daños que todo eso les genera, porque le deja marcados de por vida", explicó Marisa.
"saco de golpes" La importancia de sensibilizarse ante cualquier actitud que implique maltrato, por sutil que sea, y de denunciar queda clara tras oír el relato de Marisa. "Si miro hacia atrás -explicó- veo que hubo episodios en los no yo era un persona, sino un mueble más de la casa, además un mueble quebrado. Ahora, sin embargo, puedo decir que está restaurado. Me ha costado mucho salir de esa situación. He estado 23 años sufriendo violencia y me decidí a dar el paso porque él atacó a mi hijo". Marisa también contó que el primer golpe llegó "a los dos meses de estar casada" y que "cuando (a su marido) las cosas no le salían como quería o la vida no le iba bien, yo era un saco de golpes, a nivel físico y psicológico", pero "nunca denuncié y siempre le daba otra oportunidad".
"Ahora que soy consciente de la vida que he vivido -añadió- sé que los golpes a los ocho días estaban curados, pero el daño psicológico es como una gran losa que siempre llevo sobre los hombros.
El testimonio de esta mujer y su lucha por superar la mala situación psicológica, económica y personal en que le dejó su maltratador sirve al departamento de Acción Social de la Diputación de Bizkaia y a la diputada Pilar Ardanza para destacar la importancia de las herramientas sociales y las ayudas institucionales, y reivindicar la labor que se está llevando a cabo desde Tartekari Sarea, un programa de agentes de apoyo social para apoyar y acompañar a mujeres que sufren violencia de género. Durante este año el programa ha atendido a 12 mujeres víctimas de violencia machista.
Sobre el apoyo que prestan las instituciones, Marisa apuntó que a ella le negaron el acceso a un abogado de oficio varias veces -"porque los datos de la declaración de la renta decían que teníamos suficiente para vivir"- y que al final lo logró gracias a la intervención de la asistenta social. También se quejó de la lentitud de la Justicia. "La justicia es lentísima, llevo ocho años y todavía sigo con juicios por medio, he solicitado varias veces la separación de bienes, pero ahí sigo sin poder hacer nada", concretó.