manila. Las primeras horas posteriores a una catástrofe humanitaria son esenciales. De la rapidez en la respuesta sobre el terreno dependen miles de vidas, como bien sabe la ONG vasca Zabalketa, con presencia en Filipinas desde 1996 y a cuyo cargo ha quedado un grupo de un millar de personas residentes en la isla de Bohol, una de las más afectadas tras el paso del tifón Haiyán. Solo tienen dos horas de suministro eléctrico al día y las pistas de acceso han quedado impracticables. Pese a todo, el equipo local que esta ONG tiene allí pudo empezar a repartir alimentos y medicinas a la población afectada desde el primer día de la tragedia.

"Veníamos del terremoto [que asoló Bohol a mediados de octubre] y teníamos aviso de la llegada del tifón, así que nuestra oficina ya tenía preparados unos kits de emergencias con alimentos y elementos básicos de higiene y medicinas básicas como antidiarreicos, que han entrado en distribución de forma inmediata", describía Jaime Bernar, director de proyectos de esta asociación, quien apelaba a la solidaridad para mantener viva la esperanza en ese conglomerado de pequeñas islas.

Las dificultades logísticas derivadas de ambas catástrofes están siendo resueltas gracias al modus operandi de Zabalketa: pequeños equipos de trabajo; en este caso, cinco personas naturales Bohol que conocen las circunstancias de cada una de esas mil personas que tienen bajo su cuidado. "El trabajo es muy efectivo porque se puede apoyar más a la población más vulnerable: ancianos, mujeres cabezas de hogar con hijos dependientes, madres gestantes,? ya que su posibilidad de moverse o desplazarse a los centros de acogimiento o de distribución de ayudas es muy pequeña", ilustraba.

Una vez ofrecida la primera atención, la ONG vasca trabaja ya en un proyecto de ayuda continuado que pondrán en marcha en enero que incluirá desde ayuda alimentaria y de vivienda hasta "reconstrucción del tejido productivo para el que vamos a trasladar a gente desde aquí", zanjaba Bernar en sus declaraciones a DNA.