islamabad. El secuestro de Alí Haider Guilani, hijo del ex primer ministro Yusuf Razá Gilani, marcó ayer el final de una campaña electoral especialmente violenta en Pakistán, que ha dejado más de un centenar de muertos y cuyos responsables han sido los talibanes paquistaníes. El pasado 18 de marzo, el grupo Tehrik-e-Taliban (TTP) aseguró que las elecciones legislativas de mañana en el país eran parte de "un sistema democrático contrario al Islam, que solo sirve a los intereses de los infieles y los enemigos de la región". Desde entonces, los partidos laicos o quienes promulgan la separación entre Estado y religión han estado en el punto de mira de sus amenazas.
Es el caso del Partido Popular de Pakistán (PPP), de la familia Bhutto, actualmente en el poder y al que pertenece Gilani. Por este motivo, Bilawal, heredero político de la dinastía, se encuentra fuera del país mientras dura el proceso electoral. La violencia en esta campaña electoral se ha cebado especialmente con la coalición gubernamental, mayoritariamente laica: el PPP, el Muttahida Quami Movement (MQM) y el Partido Nacional Awami (ANP). Este último, de base pastún al igual que los talibanes, es el que más atentados ha registrado, lo que le ha impedido hacer campaña en las provincias de Baluchistán y Sindh, donde también se ha visto obligado a cerrar sus oficinas.
A pesar de los antecedentes, Ihnsanulá Ihsan, un portavoz talibán, negó que el TTP esté detrás del secuestro. Alí Haider fue raptado en su ciudad natal y feudo de los Gilani, Multán, en la provincia oriental de Punyab, cuando salía junto a su padre y varios miembros de su partido de una planta de fertilizantes a la que habían acudido como parte de la campaña electoral (el hijo menor de Yusuf Razá Gilani es candidato a un escaño por Punyav).
Testigos explicaron que unas 15 personas llegaron en varios vehículos y abrieron fuego contra los presentes, lo que dejó dos fallecidos y una decena de heridos. Alí Haider también recibió un disparo y sangraba en el momento de ser introducido en el vehículo de los atacantes. La policía investiga si el objetivo del ataque era en realidad el ex primer ministro y si, ante la imposibilidad de llegar a él, optaron por su hijo. Gilani señaló ayer que cree que tras el secuestro hay rivales políticos, aunque aseguró que aún es pronto para identificarlos.
El partido del gobierno Yusuf Razá Gilani fue primer ministro entre 2008 y 2012, año en el que fue inhabilitado por el Tribunal Supremo para ejercer el cargo por haber entorpecido las investigaciones que involucraban al presidente del país, Asif Ali Zardari (del PPP), en varios casos de corrupción. Tras cinco años en el Gobierno, el único democráticamente elegido que ha logrado finalizar un mandato en la historia de Pakistán, la formación gubernamental espera un duro revés electoral en los comicios de mañana.
La difícil situación económica que atraviesa Pakistán, ahogado por la deuda externa, y la grave crisis energética, con constantes cortes eléctricos, han pasado factura al Gobierno. Pero, además, el PPP afronta la cita electoral sin un candidato visible. Desde que Benazir Bhutto falleciera en un atentado en 2007, su esposo Asif Alí Zardari ha llevado las riendas de la formación y en los últimos meses ha ido otorgando mayor responsabilidad a su hijo Bilawal, que ha sido declarado heredero político de la dinastía. Sin embargo, este, con 24 años, no tiene edad necesaria para ser candidato a primer ministro.
Quien aparece como favorito es otro primer ministro, Narwaz Sharif, de la Liga Musulmana de Pakistán-Nawaz (PML-N). Este atrae el voto religioso y cuenta con la provincia de Punyab, la más poblada del país, como su feudo electoral. Allí gobierna su hermano Shahbaz y el relativo progreso de esta región en comparación con el resto de Pakistán es la principal baza de su campaña. Nawaz se presenta ante estos comicios como un político pragmático capaz de resolver los graves problemas económicos del país. Sin embargo, las encuestas apuntan que ningún partido logrará una mayoría holgada, por lo que serán necesarias posteriores alianzas.
Ante este panorama postelectoral, la creciente popularidad del ex jugador de criquet Imrán Khan cobra especial relevancia. Conservador y populista, Khan ha dirigido su voto al electorado joven y podría obtener unos buenos resultados en Islamabad. El candidato del partido Tehrik-e-Insaf (PTI) se cayó el pasado martes durante un acto electoral y sufrió graves heridas, de las que aún se recupera en el hospital. El cierre de campaña de ayer celebrado en la capital, por lo tanto, estuvo encabezado por su número dos, Mehmud Qureshi, aunque Khan intervino a través de una pantalla.
Muchos analistas han destacado estas elecciones como clave para la consolidación democrática, pero la violencia de la campaña supone un gran desafío para este objetivo. "La violencia compromete la credibilidad del proceso y equivale a un amaño electoral", ha denunciado Human Rights Watch. Al futuro Gobierno le esperan otros grandes retos: hacer frente a la corrupción, muy arraigada en la clase política del país y que ha arrastrado a todos los ejecutivos, la difícil situación económica y la crisis energética.